Corredor Bioceánico Vial
El anuncio del plan de acción del Corredor Bioceánico Vial, presentado por el Gobierno el 14 de abril en La Moneda, es otro eslabón para que las regiones de Antofagasta y Tarapacá dejen de ser simples pasarelas de carga y se conviertan en verdaderos polos de crecimiento económico, logístico y social.
La magnitud del proyecto es innegable: una ruta comercial de 2.400 kilómetros que unirá el Atlántico y el Pacífico a través de Brasil, Paraguay, Argentina y Chile. En teoría, se trata de una autopista de integración latinoamericana, que promete reducir los tiempos de traslado de mercancías en hasta diez días, optimizar el comercio regional y fortalecer la presencia nacional en el eje atlántico. Pero en la práctica, aún quedan demasiados nudos por desatar.
Primero, la infraestructura. Si bien el plan contempla 22 proyectos viales estratégicos, incluyendo mejoras en rutas, accesos portuarios y nuevas obras, persiste la pregunta de si la Tarapacá está preparada para soportar la carga logística que se avecina.
Segundo, la seguridad. Una iniciativa de esta envergadura no puede soslayar los riesgos asociados. El fortalecimiento de los pasos fronterizos y la dotación de personal de Carabineros y la PDI son aspectos fundamentales, no solo para garantizar un flujo seguro de mercancías, sino para prevenir el uso de estas nuevas rutas por parte del crimen organizado. La apertura comercial debe ir de la mano de un blindaje institucional y operativo que proteja a las comunidades locales.
Tercero, y no menos importante, está la dimensión política del proyecto. Es positivo ver un comité interministerial de alto nivel, así como la participación activa de gobernadores y autoridades locales. Sin embargo, como advirtió el presidente de la Cámara de Diputados, José Miguel Castro, se requiere transparencia, eficiencia y compromiso con las comunidades.
El Corredor Bioceánico puede ser una misión de país. Pero para que ese sueño regional no se diluya entre burocracias y promesas, es imprescindible que el Estado y los privados actúen con visión estratégica. Hasta el momento varias reparticiones, empresas públicas y universidades se han sumado, por lo que se espera que sus beneficios sean transversales para toda la región.
"Una ruta comercial de 2.400 kilómetros que unirá el Atlántico y el Pacífico a través de Brasil, Paraguay, Argentina y Chile".