Pena de muerte
Cuando en Chile somos testigos de un crimen abominable, y que lamentablemente son cada vez más comunes, aparecen voces para volver a instaurar en Chile la pena de muerte.
Quienes están a favor argumentan que es la única forma de defenderse de los criminales; que disuade a otros a que cometan el mismo delito; que es la forma de expiar los crímenes cometidos y de hacer justicia frente a hechos alevosos.
Mucha gente pregunta qué piensa la Iglesia Católica sobre esta práctica. La Iglesia se suma a la tendencia mundial de abolir la pena de muerte. Francisco, el año 2018, aprobó la siguiente nueva redacción del Catecismo en esta materia: "la Iglesia enseña a la luz del Evangelio que la pena de muerte es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona… y se compromete con determinación a su abolición en el mundo" (CIC 2267). Las conferencias episcopales de todo el mundo han hecho un llamado ferviente por la abolición de la pena de muerte como un grave, preciso y urgente deber del Estado.
Con la pena de muerte se agrega a un acto de violencia otro acto de violencia que, además de cruel, resulta inútil y el Estado va más allá de los límites que concede la legítima defensa de la sociedad y de los ciudadanos. Lo que realmente hay que impedir es que la persona que cometió un acto de violencia lo vuelva a repetir. Eliminar su vida es un acto que, también, puede tener connotaciones de venganza.
Soy el primero en reconocer que un delito grave que atenta en contra de la vida del inocente merece una pena severa, pero el Estado no puede dar la señal de que la violencia es un modo de resolver los conflictos en situaciones extremas. Es más, la pena de muerte genera más violencia porque la institucionaliza y no es una fuerza disuasiva, como muchos piensan. Por otro lado, la pena de muerte es un acto de profunda desesperanza dado que no da ninguna posibilidad de que el asesino se arrepienta, cambie, y pague su culpa. Me parece que una sociedad que quiere crecer en humanidad no puede desestimar la capacidad de arrepentimiento, de dar y recibir perdón, de reparar y de volver a comenzar. Con la pena de muerte nada de ello es posible.
Temas como estos, tan sensibles y dolorosos para quienes han sido víctimas de crímenes atroces y para toda la sociedad, han de estudiarse en sedes académicas de manera multifactorial y multidisciplinaria, y no al fragor de tiempos eleccionarios. Es muy peligroso cuando en una sociedad que se organiza según la lógica de un Estado de Derecho, la fuerza de la razón ceda ante la razón de la fuerza.
"Con la pena de muerte se agrega a un acto de violencia otro acto de violencia que, además de cruel, resulta inútil".
Cardenal Fernando Chomali, Arzobispo de Santiago de Chile