Modistas iquiqueñas ya se preparan para arreglar los uniformes escolares
La modistas mantienen vivo su oficio, especialmente en la vuelta a clases.
Entre hilos y agujas, las modistas de la Feria Persa mantienen vivo un oficio que resiste el paso del tiempo y las dificultades. Con el cercano inicio del año escolar, las trabajadoras se preparan para su temporada alta, recibiendo clientes que confían en su habilidad para ajustar uniformes y renovar sus vestimentas.
Una de ellas es Miriam Jara, quien a sus 70 años sigue atendiendo con la misma entrega de siempre.
"Hace poquito volví a trabajar porque estuve muy enferma. Llevo más de 33 años en este oficio aquí en la feria persa y tengo mi clientela de años. Antes tenía tres puestos, pero hoy solo uno", relata mientras marca las puntadas de una prenda.
La pandemia golpeó fuerte su negocio, pero no su vocación.
Décadas
Para la señora Miriam, este lugar es más que su fuente de ingresos: es su hogar. "Esta es mi casa. Esta es mi alegría. Hace unos meses, me caí de la escalera de mi casa, tuve un preinfarto y me vino una cosa tras otra. Pero recién ahora me siento mejor y volver a la rutina me anima. Mi clientela es tan grande que me conocen desde hace años. He visto familias enteras crecer. Incluso, hay personas de Santiago que cuando vienen a Iquique me visitan con sus hijos", comentó emocionada.
Sobre su trabajo destacó que es variado. "Hay gente que viene a confeccionar o a arreglar sus prendas, porque hay niños que tienen una cierta edad que no encuentran su largo, otros niñitos que son chiquititos, otros más grandes para la edad. También hay gente que encuentra prendas que quiere modificar. Pero las que más vienen son las jóvenes que quieren arreglar sus mini faldas, cada vez más cortas y después las retan en el colegio", dijo entre risas.
Pese a las complicaciones de salud y la inflación, la modista se mantiene firme en su decisión de no aumentar los precios. "Mis bastas siguen valiendo lo mismo que hace diez años", afirmó Jara.
Indispensable
A pocos puestos de distancia, María Vaca lleva más de 12 años en la costura.
"Prácticamente desde que llegué a Chile trabajo aquí y como costurera siempre. Tras la pandemia me independicé y saqué un local propio, pero al principio me fue muy mal. Los clientes se quedan donde uno trabaja y cuesta hacer una nueva clientela. Pero ahora está mejor", explicó.
Para ella, su labor sigue siendo indispensable. "Hay personas que no encuentran su talla, su medida, uno que es más alto, otro más gordito, más gordita y bueno, vienen aquí a confeccionar sus uniformes a la medida", señaló la modista.
Por su parte, Mauricia Yucra, con nueve años en el oficio, ya se encontraba con varias prendas previo al regreso a clases.
"Lo que más recibo son transformaciones de vestones, cortar los puños, ajustarlos. A veces hay que bajar el hombro. Pero después de la quincena de febrero el trabajo aumenta mucho más", comentó.
Y agregó que su clientela sigue fiel, acudiendo constantemente a la Feria Persa en busca de bordados, arreglos y confecciones.
A pesar de que hoy predomina la moda rápida y desechable, las modistas de la Feria Persa resisten con su talento y dedicación en este oficio que aún recurren muchas personas.