La Mutual de Seguridad dio a conocer un informe que ofrece una preocupante radiografía de cómo los trabajadores en Chile perciben y viven sus períodos de descanso. Con un 58% afirmando que las vacaciones no son suficientes para superar su agotamiento y un 47% sintiéndose más cansados que el año anterior, queda en evidencia un creciente desajuste entre las necesidades de descanso y las exigencias del entorno laboral.

La tendencia a postergar las vacaciones, ya sea por razones económicas, acumulación de días o presión laboral, revela una cultura laboral que subestima el valor del descanso. Cuando un 83% de los encuestados considera tomar vacaciones para cuidar su salud mental, pero solo un 41% percibe beneficios duraderos en su bienestar, estamos ante un sistema que no está cumpliendo su objetivo. Más aún, el 26% que no logra desconectarse del trabajo durante su tiempo libre pone en evidencia cómo la tecnología, en lugar de facilitar el equilibrio entre vida personal y laboral, a menudo lo dificulta.

Es fundamental entender que las vacaciones no son un lujo, sino un derecho esencial para la salud física, mental y emocional. Estudios internacionales respaldan que el descanso adecuado incrementa la productividad, reduce el ausentismo por enfermedades y mejora el clima laboral. Sin embargo, en Chile persisten barreras estructurales y culturales que dificultan un acceso pleno y efectivo a este derecho. Entre ellas, la hiperconexión al trabajo y las jornadas laborales extensas, que convierten las vacaciones en períodos de estrés, más que de recuperación.

Es necesario abordar las desigualdades en el acceso a las vacaciones. El informe muestra que el factor económico es una barrera importante para muchas personas. Esto refuerza la urgencia de políticas públicas que aseguren que el derecho a las vacaciones sea realmente universal y no un privilegio de quienes pueden permitírselo. Evidentemente no es algo fácil, pero sí es digno de analizar.

Debemos preguntarnos cómo podemos construir una cultura laboral más sostenible. Las vacaciones son una pieza clave, pero no suficiente.

"Estudio muestra que un 58% de los trabajadores afirma que las vacaciones no son suficientes para su agotamiento".

Casi no había casa que tuviera uno. Al fondo del patio y en muchos casos sobre madera noble como el pino oregón, se apilan en forma ordenada herramientas de todo tipo. Martillo de uña o de peña, escofinas, alicates, sierras y serruchos de los grandes y de los chicos, al igual que los cepillos. En cajas pequeñas clavos y tornillos de todos los tamaños. La casa era además un taller. Como decían los maestros "y un canchito" nunca está demás". Se arreglaban sillas defectuosas, trompos cucarros, se parchaban las llantas de bicicleta o del humilde y gastado balón para la pichanga.

El patio era un espacio pedagógico. Se derramaba la sabiduría de los viejos hacia los menores. "Así se toma el martillo", se decía con la paciencia que solo los maestros parecen poseer. "Ahí va el hijo del soldador" era la forma de identificar al que seguirá el oficio o a lo mejor no. A un amigo del barrio le decían alicate por la forma que tenían sus piernas.

Mirando se iba aprendiendo. Cada herramienta como que se iba adaptando. La madera se dejaba modelar, al compás del mambo de Dámaso Pérez Prado. Así aprendimos que la madera tiene nudos.

En esas casas con patios grandes convivían todo tipo de economía. La agrícola, la crianza de aves, de conejos, uno que otro par de canarios para alegrar algunas mañanas grises. Tener un loro era una excentricidad.

La gran mayoría, sobre todo los que empezaban a construir sus casas, tenían su banco carpintero, pero no éramos banqueros. Uno de los grandes capitales eran las herramientas. Estas requerían mantenerlas engrasadas o aceitadas y protegida del óxido. Pero no bastaba la sierra o el martillo. Sin el talento del maestro, no hay obra de arte. El botiquín no se mandaba a comprar. Se hacía en casa, lo mismo que las mesas de centro. Sobre el patio de tierra caía el aserrín como volviendo a la naturaleza.

Esos maestros ya no se ven formando parte de un paisaje urbano en construcción. En Baquedano se encuentra parte de esa historia, cachureos le llaman.

"La gran mayoría, sobre todo los que empezaban a construir sus casas, tenían su banco carpintero ".

Bernardo Guerrero Jiménez,, sociólogo Unap

Realmente acá en Tarapacá existe un espíritu navideño distinto. Carros navideños, casa adornadas, pesebres y árboles de Navidad gigantes en el borde costero, demuestran que esta fecha da un regocijo en el alma a los tarapaqueños.

Ciclovía en Cavancha

Las ciclovías deben ser independientes de la calzada y vereda, cosa que no ocurre en Cavancha, donde la parte peatonal convive en un buen tramo con el área para ciclistas, sin mediar ningún tipo de barrera. Esto lo hace peligroso, ya que pocos respetan las zonas exclusivas.

Marihuana

Es alarmante que cualquier iquiqueño al salir a caminar por la ciudad, por cada una o dos cuadras, sienta el olor a cannabis sativa, más conocida como marihuana. Esto da cuenta de su alto consumo por parte de la población, lo que supone riesgos por todos ya conocidos.