Andrés Chadwick posee una carrera que se confunde con las últimas décadas de la esfera pública. Participó en la fundación de la UDI, fue uno de quienes integró, más tarde, la firme conducción de ese partido, y finalmente culminó su carrera política (también la concluyó) con el Ministerio del Interior durante el gobierno de Sebastián Piñera.

Nada muy distinto a la trayectoria de cualquier político profesional en las últimas décadas.

Hasta que se supo de la compleja trama -sería mejor decir enredo- de que da cuenta el celular de Luis Hermosilla.

En esas conversaciones aparece Chadwick mencionado múltiples veces en la red de relaciones que Hermosilla manejaba como si fuera parte de su activo profesional. Más tarde se han revelado gestiones que el propio Chadwick hizo ante la Comisión del Mercado Financiero.

La pregunta que entonces aparece es si acaso Chadwick fue un ingenuo cuyo nombre y amistad era empleada por su amigo Hermosilla o si, en cambio, él sabía o debía saber de qué se trataba el tipo de abogacía, por llamarla así, que llevaba adelante Hermosilla o si, lo que sería peor, él participó de alguna forma de ella, sustituyendo los servicios legales por la simple gestión de influencias.

La respuesta a la pregunta anterior -y en eso lleva toda la razón la ministra del Interior cuando subraya que esta es, en parte, una cuestión institucional- no atinge solo a Chadwick y la suerte legal o forense, que le espera. Se trata de una respuesta que, para bien o para mal, compromete al partido que casi se confunde con su propia trayectoria y al gobierno del que formó parte. Resulta absurdo que el partido y las fuerzas políticas con las que la peripecia vital de Chadwick ha estado atada por décadas, pretendan que los actos de este último y los de quien fue asesor suyo mientras estuvo en el gobierno, les son ajenos, como si se tratara de actos de cualquier hijo de vecino, actos que es posible mirar a lo lejos. No se requiere saber sociología para advertir que el activo profesional de Andrés Chadwick se compuso entre otras virtudes (algunas de ellas tímidas y ocultas) de las redes, los contactos y el prestigio que llegó a adquirir durante su trayectoria pública como político desde la dictadura en adelante y las décadas que han transcurrido desde entonces. La personalidad de Andrés Chadwick se talló al compás de la UDI y la trayectoria de la derecha y, por lo mismo, ambas están indisolublemente ligadas.

Lo anterior es particularmente acusado en una sociedad tan endogámica como la chilena, donde las redes y las lealtades casi se confunden con las habilidades y las virtudes, casi siempre supuestas, de que se hace gala en la vida profesional y que van desde las amistades provenientes del colegio, la comensalidad de la que se participa y la vida política, todo lo cual concurre en este caso, especialmente si las virtudes que se tienen no son las propias del foro legal, sino las de la vida política hechas de contactos, llamadas, lealtades mudas, juegos de toma y daca.

Un político (y Chadwick lo ha sido toda su vida al extremo que no es en rigor abogado ni nada semejante, sino lo que Weber llamaría un político de profesión) tiene múltiples deberes y entre ellos se encuentra el de respetar las reglas y las instituciones, evitar que su activo político se transforme en activo profesional, transitando, sin más, desde el Estado al quehacer privado, menos en la forma que ahora se le reprocha. Y que esos deberes, que no son puramente legales, se cumplan de manera escrupulosa sin pretender --ahora que las cosas parecen grises o se oscurecen-- que se trata de asuntos privados es quizá lo que las fuerzas políticas deben recordar a la ciudadanía y, sobre todo, recordarse a sí mismas y a quienes las integran.

El caso Chadwick

Carlos Peña

Como es tradición en mi familia, fuimos este año a las ramadas y a la Fiesta de la Chilenidad de Playa Brava. Eventos que me dejaron distintas sensaciones, positivas y negativas.

Por un lado siempre es grato compartir con los nuestros comiendo empanadas, asado, anticuchos, pastel de choclo y tomando uno que otro trago típico de la fecha. También es entretenido ver juegos chilenos y escuchar música criolla.

Pero lo malo, y algo que no ha cambiado en los últimos años, son los precios. Uno tiene que ir preparado a desembolsar grandes sumas de dinero en estos lugares, donde lo más barato empieza desde los $2 mil. Sumado a esto me llamó la atención la presencia de políticos en campaña. Si siempre fueran tan cercanos a la gente, otro gallo cantaría.

Pedro Elías Retamal,

iquiqueño

Con preocupación he leído en las páginas de su diario de hoy 19 de septiembre, la noticia de que en el puerto comenzarán a atracar, para la carga y descarga, buques factorías, comenzando con el de bandera rusa al que hace mención el artículo en cuestión.

Esa noticia me trajo a la memoria, cuando años atrás, en nuestro puerto, se dio el mismo servicio al buque factoría más grande del mundo, Se trataba del arrastrero pelágico "Margiris", de bandera lituana y propiedad de la compañía Atlantic High Sea Fishing Co. De construcción norteamericana, proyectado como el incinerador "Apollo Two" y terminado en el astillero Mjellem & Karlsten, en Bergen (Noruega), era entonces un buque de 2.500 TRB, que sería alargado en 2006 hasta sus actuales dimensiones. Renombrado "Annelies Ilena" en 1999, en 2005 ostentó por primera vez el nombre de "Margiris" y entre 2012 y 2013 navegó con el nombre de "Abel Tasman", barco controvertido, con un historial de polémica y rechazo en diversos países con larga tradición pesquera y sometido a frecuentes inspecciones ante las dudas de su actividad, por ser un gran depredador de los recursos pesqueros de dichas naciones y del mundo y del cual también hice mención en su momento.

Al destacar el hecho, de que estas embarcaciones reciben apoyo en puertos peruanos y que sería bueno competir con ellos en su apoyo logístico, me salta la duda si estaremos haciendo lo mismo que otras naciones que, por necesidades económicas, entregan irracionalmente sus recursos, sin pensar en el daño futuro que realizan tanto a sí mismas, como al resto del globo.

En este caso, al hacerles más eficiente su operación, les permitimos depredar de manera más masiva a estos buques y realizar faenas pesqueras con artes de pesca que, quizás, en sus propios países les tienen prohibido utilizar.

Creo, sin temor a equivocarme, que permitir y facilitar estas operaciones no es más que "un disparo en los pies" de la nación que lo permite y que la condena a que, en corto tiempo, tengamos una crisis pesquera mayor, como la regional, que sufrimos actualmente y ésta producida solamente por barcos con bandera chilena.

No quiero ni imaginar, el daño que nos están generando las enormes flotas pesqueras, de países que vienen del otro lado del mundo, con enormes buques factorías, a llevarse recursos pesqueros que finalmente faltarán en nuestra región.

Hrvoj Ostojic,

biólogo