El día 5 de octubre de 1988 se convocó a un plebiscito para decidir la continuidad de Augusto Pinochet al mando de la nación por ocho años más. Concurrí a votar en mi Escuela Santa María. Bajando por calle Zegers había panfletos en el piso con rostros de detenidos desaparecidos preguntando si los habíamos olvidado. Después de sufragar en la mesa 18, de vuelta a mi hogar a la salida me entrevistaron periodistas de UPI, me consultaron por mi preferencia, NO, y les señale que tenía temor que se reconociera el resultado.
Por la tarde concurrí al recuento de votos; los militares después de 17 años no tenían claro que se podía asistir al recuento de votos, en fin, me dejaron pasar, salí apesadumbrado pues había ganado el SÍ. Como andaba con mi hermano fuimos a la Escuela Industrial donde el sufragó y ahí comenzó a brotar la alegría, ganaba el NO; después nos encaminamos al Liceo de Hombres, lo mismo, triunfo del NO y, finalmente, al Liceo Comercial. Esperé hasta la última mesa donde un sacerdote ceremonialmente manifestaba cada preferencia, después de terminar de contar los votos, en forma instantánea se comenzó a entonar la canción nacional, con los militares armados a nuestras espaldas.
Había un temor a que no se reconociera el triunfo y por ende lo más preciado eran las actas, a mi me la entregaron con la misión de hacerlas llegar al comando del NO, la escondí entre mis ropas y llegué con ellas a calle San Martín con Obispo Labbé y Ramírez.
Las actas estaban y había un triunfo claro del NO, sin embargo, el país todavía tenía el computo del subsecretario Cardemil que daba ganador al SÍ.
La televisión Nacional sorpresivamente dejó de dar noticias y se mostró al general Pinochet indicando que había terroristas que querían desconocer el resultado.
Tuvo que venir después de la medianoche, el general Fernando Matthei a entregar calma al país, al reconocer que había ganado el NO; posteriormente este mismo general reconoció que Pinochet necesitaba poderes extraordinarios para salvar la situación, ante lo cual el mismo le señaló que la Fuerza Aérea, esta vez no sale a la calle, el Almirante Merino también reconoció la derrota, lo mismo el general Stange.
Esta vez Pinochet no contaba con el embajador norteamericano, ni con el apoyo de Merino, Matthei y Stange y tuvo que entregar parte de su poder.
Si bien las actas eran importantes, lo que definió fueron las armas.
Entonces a los demócratas solamente les interesa que prevalezcan las actas y a veces hasta en Estados Unidos se desconocen el valor de estas.
Resulta que Donald Trump, quién figura con la primera preferencia para dirigir la principal potencia mundial, nunca reconoció su derrota y se estudia su concomitancia en el ataque al Capitolio con resultados de muertes.
Ya ha anticipado que si no gana se viene la tercera guerra mundial.
Ante estos hechos solo cabe decir, que Dios nos pille confesados.
Iván Cardemil