"Chile es una isla muy extensa, de poquísimos habitantes"
El escritor y profesor de lenguaje Daniel Campusano aborda el desastre ecológico causado por las especies introducidas en su novela "El último castor".En paralelo, desmenuza las dificultades de los políticos para enfrentarlo.
Valeria Barahona
En paisajes cubiertos de hielo, con árboles inclinados ante la fuerza del viento y el constante martilleo de los dientes de los castores, seguido del derrumbe de follajes, Amaro, el protagonista de la novela "El último castor", del profesor de lenguaje y editor literario Daniel Campusano ("No me vayas a soltar"), busca salir de la crisis de la mediana edad gracias a un trabajo que le consiguió una amiga diputada, Maya, representante de esa "nueva forma de hacer política".
-¿Cómo llegaste a la plaga de los castores?
-Tengo bastante afinidad con los documentales de animales y de repente me encontré con estos típicos programas de animales de devastación, esos rankings de bichos que parecen inofensivos, pero son muy dañinos, en contraposición, por ejemplo, a los tiburones, que parecen muy dañinos, aunque en verdad se comen cinco personas al año. Después escuché la misma historia de parte de un urbanista y luego fui a Isla Navarino y Puerto Williams acompañando a un amigo que hace ultra maratones, "trails", donde corren 50 kilómetros por el parque: yo fui como de comparsa, en verdad quería sapear, escribir una crónica de por qué hombres de mediana edad se matriculan y pagan este tipo de sufrimiento, porque no es una maratón ni una corrida agradable un sábado por la mañana, no, acá se van a matar como 20 horas en el frío, pero eso rápidamente dejó de interesarme, porque escuché en el aeropuerto a una señora que dijo "los castores son como los comunistas".
-¿Por la destrucción?
-No tengo la menor idea, pero fue genial, me despertó. Por supuesto que a esta señora nunca más la vi, aunque eso fue gatillante para empezar a averiguar. Luego volví a la isla, pero, así como sale un poco en la novela, (estos animales) es un tema que me da la impresión que los habitantes de Williams y sus alrededores no tratan porque es algo que los supera, ven la destrucción, no saben darle mucho cariz científico, así que lo dejan ahí, y las personas externas, los científicos son los que van a rotular como "el ejemplo de devastación más grande de la historia de las especies introducidas", es muy impresionante cuando te metes a los detalles científicos, ecosistémicos, de verdad que es un gran, gran tema mundial, podemos jactarnos de eso (ríe).
-Los castores, al igual que, por ejemplo, el visón americano, no tienen depredador en Chile, al contrario de lo que pasa en Canadá, donde se los comen los osos.
-Este tema se trató en el Congreso argentino, súper satelitalmente por supuesto, y había un tipo que en los años 90 propuso la llegada de osos pardos, es decir, nunca se entendió el daño que provoca en el ecosistema una especie introducida, es algo muy difícil de traducir porque no matan humanos, y la destrucción (que provocan) más encima está súper lejos del humano, hay que llegar en helicóptero o hacer la ruta que hacen los personajes (de la novela). Los castores se esconden, no andan por la plaza, entonces desde ahí, mientras no se vea, es un daño que no nos afecta a todos, todavía no nos caen los palos, así que no es urgente políticamente.
-Ese es el problema que tiene Amaro, quien debe hacer un estudio de "una inutilidad sideral".
-Cualquiera puede investigar estudios gubernamentales de impacto, y te das cuenta que en la burocracia del Estado hay mucho trabajo y consulta que son confirmativos o directamente inútiles, que no van a pesar en las decisiones finales. Además, son muy fáciles, porque qué comunidad va a decir "no queremos un centro científico".
-¿Cómo se te ocurrió unir este conflicto medioambiental con la "nueva política" chilena, a la que Amaro es cercano?
-Porque las luchas sociales en los problemas comunitarios ecológicos tienen como base la famosa consulta del mall de Castro (2012), en Chiloé, donde personas que no estaban ligadas precisamente a la comunidad, sino que eran del centro, de Santiago, de repente forman la maravillosa escena de una fuerza que no sabíamos de dónde venía, oponiéndose a algo que el 94% de los vecinos quería y exigía, o sea, imagínate lo que es eso y ellos no tenían problemas con situar el mall desde un ideario que a la gente del centro, o a la gente, digamos, con rótulos más como bolitas, les podría espantar, que es como destruir este ecosistema, (porque) ellos lo veían como lugar de paseo, donde el comercio podía desplegarse y amortiguar los precios de la zona. Ahí fue muy interesante cómo las fuerzas contrarias se acallaron rápidamente, fue el primer ridículo por Twitter (hoy X) que hizo una causa. (…) Si tú introduces el discurso de lo políticamente aceptado para un mundo mejor tiene que ser tomando los contextos culturales, zonales y geográficos: piensa en las personas que viven en la montaña y se comen una cabra, no les vas a poder meter el veganismo consciente, es algo mucho más allá de moral.
-¿Los castores en el libro son una metáfora de la diputada que también aparece, Maya, quien a ratos se devora a sí misma? Porque estos animales, dices, "no sólo tragan vida (de los árboles), sino que también ahogan su futuro alimento (mediante las represas que construyen)".
-Desde luego. O sea, lo que podría distinguir a esta generación en particular es que, y no solamente la especificidad chilena, sino que también a los movimientos como Podemos en España, es un terror al conflicto, a la confrontación, porque dentro de ese despliegue de ideas pueden aparecer ciertas contradicciones, ciertos matices que después serán usados en su contra. Es un terror al cuestionamiento, o directamente a la funa, y desde ahí que se muestran enfáticos, aparentemente enfáticos, gritones, pero pierden de brújula los matices y, por ende, son muy predecibles: no son personajes muy interesantes literariamente porque no tienen matices, cuando uno los retrata parecen caricatura, pero públicamente son personas, actores políticos que se están caricaturizando a diario ellos mismos, y no sé cuál es la estrategia de eso.
"Chile es una isla muy extensa, de poquísimos habitantes y responde a las necesidades, incluso comerciales, de forma muy diametralmente opuesta a nivel geográfico, porque a alguien de La Serena no lo va a mover lo mismo que a otro en Putre, y las políticas públicas tienen que enfocarse en cada zona, el combustible, los incentivos agrícolas. Chile parece un laboratorio bastante difícil de gobernar por esto", afirma el también autor de "El sol tiene color papaya", añade.
"Daniel Campusano Tusquets 228 páginas $19 mil