Ayer un turista de Tucumán, Argentina, entregaba su opinión sobre su última visita a Iquique en una carta al director publicada en el Diario El Mercurio. La misiva dejaba en evidencia una serie de situaciones que para los iquiqueños son cada vez más normales, pero que sin duda deben ser un llamado de atención para las autoridades locales.

El turista, quien afirmaba que acostumbraba a venir a Iquique y en este último viaje había quedado sorprendido respecto la suciedad de las calles, la gran cantidad de perros, como también de la inseguridad. Expresaba su sensación de inseguridad, sobre todo en las noches, cuando la gran cantidad de personas en situación de calle pidiendo limosnas, principalmente extranjeros y que en las noches era preferible quedarse en el hotel.

Pese a lo duras que puedan sonar estas palabras, lo cierto es que para quienes viven en Iquique esto ha pasado a ser parte de la normalidad, pero que pese a ello debe ser una motivación para hacer un cambio radical.

Sin duda, se hacen esfuerzos para mantener la ciudad, pero lamentablemente estos no están dando resultados y ello debe motivar a las autoridades locales a hacer algo. Está claro que esto no es solo un problema de gestión, sino también de cultura, pero quienes están en los cargos de elección popular los que deben preocuparse para reunir esfuerzos públicos y privados para hacer los cambios que sean necesarios para recuperar la belleza y seguridad de las calles de Iquique, que con los años se están viendo ajadas.

Lo peor sería tomar esta opinión como la de alguien que desea "matar Iquique", como muchas veces se reacciona ante las críticas, sino que lo necesario es ver esto como una señal para cambiar y donde en vez de buscar culpables, se requiere aunar esfuerzos para transformar a Iquique en una ciudad, limpia y segura para quienes viven los 365 días del año, como para los turistas que nos visitan en sus vacaciones.

Es importante poner un freno a las incivilidades, no solo a las de un reducido grupo de personas en situación calle, ya sea chilenos o extranjeros, sino a todas las que se comenten a diario por miles de ciudadanos que con escasa empatía dañan lo que le pertenece a todos. La peor ceguera, es la del que no quiere ver.

"Lo peor sería tomar esta opinión como la de alguien que desea "matar Iquique", como muchas veces se reacciona ante las críticas".

Ciudad sin perros es una ciudad incompleta. Es como si a Iquique le faltara Cavancha, o al Morro le prohibieran el carnaval, o al Colorado el sueño de recuperar su mitológico balneario.

Los perros son parte del paisaje de la vida cotidiana. Cuando aún no estaban todas las calles pavimentadas y existían los palos poste, los perros imponían, de acuerdo a su tamaño, su autoridad. Eran los callejeros por derecho propio, tal como canta Alberto Cortez. En torno a ello se inventó la expresión: "No se conoce ni en pelea de perros". A los jóvenes de hoy habría que explicarles el campo semántico de tan rotunda afirmación.

Los perros, en la Centenario nos enseñaron su sinónimo: canes. No usaban collares para identificarlos. No había razones. El barrio los identificaba al tiro. Cuando agarraban una tos, sobre todo en julio, se le confeccionaba un collar con limones a punto de madurar. Vaya signo de distinción.

No usaban champú. A manguerazo o bien en la batea, se le despulgaba. A lo más regalones, se le daba una aspirina para niños, para evitar un constipado. Al enfermarse no se le llevaba al veterinario y cuando la muerte lo pillaba de sorpresa, se hacía una pequeña fosa. Los árboles se nutrían del cuerpo de tan noble animal.

Comían a la suerte de la olla. Un hueso era su tesoro que escondían en los lugares menos pensados. Se llamaban Jerry, Bobby, Laika. La expresión "hacer perro muerto" es un flaco favor a esos canes de colores que recorrían la ciudad. Confieso que me gustan más los perros que los gatos. En mi casa había uno que se llama Olimpo. Era blanco y negro. Con los años entendí que era el homenaje de mi padre a su club de mismo nombre. Derivado de tan noble animal se desprenden los perros para colgar la ropa y para lucirlo en el botapié al subirse en la bicicleta. y sobre todo de ese bolsillo que se llamaba de perro, en donde la llave y unas cuantas monedas, encontraban abrigo.

"Cuando aún no estaban todas las calles pavimentadas y existían los palos poste, los perros imponían, de acuerdo a su tamaño, su autoridad".

Bernardo Guerrero Jiménez, Sociólogo., Universidad Arturo Prat

Es impresionante como el Carnaval Andino une a los tarapaqueños que pese al calor repletan las graderías dispuestas en la costanera para ver el paso de las comparsas y disfrutar de la música andina.

Ruidos molestos

Uno de los principales problemas que tienen los vecinos con los locales nocturno son los ruidos molestos. Estos se puede solucionar con una buena infraestructura que evite que el sonido escape. Eso de poner los parlantes en la calle para atraer gente debe quedar atrás.

Calor y humedad

No existirán los más de 30 grados que existen en la zona central, pero la humedad la alta radiación existente en Iquique, hacen que también los días estén difíciles de soportar este verano. En vacaciones es aguantable, pero quienes aún no salen añoran una piscina.