Los primeros profesores
¿Quiénes? Los padres son los primeros profesores, los encargados de la educación primaria, secundaria y superior de sus hijos. No admite duda, no lo duden. Es deber y responsabilidad de los progenitores la enseñanza menor y mayor de su familia.
No es admisible la postergación de tal deber y responsabilidad, no. Es preponderante, de gran significación cultivar las primeras respuestas, activarlas, promoverlas, atender las acciones, los movimientos, conducirlos, reconducirlos, motivarlos, estimularlos. Y en este caso, la labor no es solo de los primeros días, semanas, meses y años de vida, es un continuum verdadero.
Los padres, las madres somos los primeros profesores, quienes enseñamos actitudes, valores, sino comportamientos, acciones y, todo ello, es sin libro de clases, sin horarios específicos, sin materias con nombres, es todo, tanto al azar, como por causa motivada.
¿Cómo hacer? ¿Cómo hacerlo? No hay un curso o asignatura para padres, no hay una escuela para padres, ya quisiéramos una. Falta hace, digo yo.
El modelo se transmite de generación en generación, tanto sea por causa-efecto, parte-todo, o de modo casual, espontáneo.
Nada nuevo hasta ahora. Sin embargo, traigo a colación lo que mencionara hace unos días monseñor Gabriele Giordano Caccia, nuncio apostólico y observador permanente de la Santa Sede en la ONU: "Los padres son los primeros educadores y tienen el derecho y la responsabilidad de asegurar que sus hijos reciban una educación adecuada e integral que promueva su bienestar en todas las dimensiones -física, mental, moral, espiritual y social- de la vida humana".
Esclarecedor, ¿no les parece? Los progenitores los primeros responsables de la educación de sus hijos, y este es un papel indelegable, insustituible.
Así, son estos adultos, jóvenes adultos quienes deben pedir, sino exigir a las autoridades que aseguren este derecho y den condiciones y garantías precisas para la formación no solo ciudadana, sino integral de todo ser humano.
Los padres necesitan espacio, seguridad, bienestar, tiempo en el hogar, que haga posible esta función educativa integral, social, personal de sus hijos. Hoy, esas condiciones están mermadas, o ausentes definitivamente, y provocan serio daño en la formación de los niños y jóvenes de hoy.
La respuesta no hay que esperarla, hay que pedirla, y sí hay que brindar colaboración para dar efectivo cumplimiento a una función, a una responsabilidad que solo dará fruto en al menos una generación más.
¡Vamos! Que la esperanza, la confianza estén de nuestro lado, que el deseo de ser más, mejores, no sea inquietud solo de unos, sino de todos.
Se trata de suma, de sumar, de multiplicar, no de restar-se, menos de dividir.
Raúl Caamaño,, profesor, Universidad Católica de Temuco