Los resultados de la encuesta Research de junio, que mide la confianza en las instituciones políticas y de la sociedad civil, reveló, entre otros antecedentes, que las redes sociales se ubican entre las cuatro menos confiables, superando solo a los canales de televisión, el Congreso Nacional y los partidos políticos, lo que se repite en los reportes anteriores del estudio.

Se trata de una correlación de otras estadísticas que han mostrado una baja de estas redes a las que se les está acabando el crédito entre las comunidades a propósito de la liviandad con que son usadas en distintos sectores.

Le está pasando la cuenta la poca profundidad para ver temas de importancia y el poco control de los contenidos que son expuestos en Internet.

Redes como Facebook, que partieron como un punto de unión para amistades, se fueron convirtiendo en algo considerablemente diferente. Han sido, por ejemplo, fuente de reproductores de videos que buscan explicar cuestiones científicas a partir de teorías que no tienen asidero, como también han sido fuente de datos que carecen de credibilidad dado que son aportados por fuentes poco fiables. Y qué decir de otras como Twitter, donde es habitual leer intercambios de mensajes de odio, xenofobia y disputas que finalmente resultan cero aporte a la solución de los conflictos. Lamentablemente, el caso de Tarapacá no es distinto.

Su mal uso le está pasando la cuenta y, en eso, ganan aquellos medios de comunicación que muestran la realidad completa y no parcial de lo que pasa en el país, entregando diversas visiones de un hecho y aportando con opinión responsable y que sirve de guía para las comunidades.

Los medios de comunicación, a excepción de la radio, también ocupan posiciones bajas en la encuesta, esto en medio de una desconfianza en general, lo que también les pone tarea como referentes de comunicación masiva.

Si bien las redes sociales han sido un aporte para estrechar las distancias e interconectar a la ciudadanía, también es evidente que están generando una delicada distorsión de la realidad, lo que exige más cuidado a la hora de interpretar sus mensajes.

"Y qué decir de otras como Twitter, donde es habitual leer intercambios de mensajes de odio, xenofobia".

En el diccionario de los barrios, no impreso, por cierto, habitan tantas palabras que han caído en desuso. Palabras que al parecer de tanto usarlas, se han gastado. Desaparecen por razones que no sabremos nunca. Un amigo del barrio al comentarle lo lerdo de la reacción de otro amigo en común, me dice suelto de cuerpo, es que le falta cachativa. Nos miramos y nos reímos. Enseguida agrega, mi padre la usaba a cada rato. Y remata con una afirmación aún más interesante. "Esa palabra la usaban los ferroviarios". Tanto su padre como el mío eran tiznados. Y trabajar en esa maestranza requería habilidades técnicas y por cierto mucha, pero mucha cachativa.

La maestranza, el lugar donde se cuidaba y se daba de alta a locomotoras y carros de trenes, era un espacio que cada 18 de septiembre, siendo niños recorríamos impregnándonos de esos oficios diversos: caldereros, maquinistas, carunchos y un interminable etcétera tan largo como las líneas férreas.

Por lo mismo, no bastaba el overol, el huaipe, sino que además hay que sumarle la tan mentada cachativa.

Pregunté al chat de la inteligencia artificial sobre su significado y me respondió que no la conocen. La inteligencia ferroviaria la tiene almacenada en su tradición oral. Por cierto no es exclusivo de este oficio.

Para ser deportista hay que tener no solo ciertas habilidades, sino también cachativa. A Fidel Dávila y al Negro Pardo les sobraba, ni que decir del Tani Loayza, Arturo Godoy y Eduardo "Maravilla" Prieto.

De la maestranza, templo de la cachativa, quedan solo los recuerdos, sobre todo esos aromas a fierro, riel y a madera. Así como el ferrocarril británico formó a el Maestranza FBC. Los del estado chileno fundaron el Iquitados. Los viejos ferroviarios como Ernesto Corrales en sus 101 años, saben mucho de esa inmensa cachativa que les sobraba. Había que reparar con cuatro alambres de cobre una vieja locomotora.

A las palabras parece que se las lleva el viento, pero a veces un remolino nos las trae de vuelta y agita la memoria. Hay que puro tener cachativa.

"A las palabras parece que se las lleva el viento, pero a veces un remolino nos las trae de vuelta y agita la memoria. Hay que puro tener cachativa".

Bernardo Guerrero Jiménez,, sociólogo y académico Unap

Muchos iquiqueños están ansiosos por el partido entre el CDI y San Marcos por la Copa Chile. Lo importante es que sea una fiesta del fútbol y no se registren hechos violentos. Hay que dar el ejemplo y disfrutar del partido.

La Tirana

Ya se vive la celebración de La Tirana. Ayer comenzó el peregrinar de los bailes y poco a poco el poblado comienza a recibir a los fieles. Es importante que para evitar problemas, todos quienes concurran se vacunen contra la influenza. La red de salud sigue estresada.

Patentes

¿Se cumple o no se cumple la ley? A diario es posible encontrar vehículos circulando sin sus placas patentes, algo que está prohibido. Se necesita claridad y quizás si hasta más fiscalización para cumplir con las exigencias. Nadie está por sobre la ley.