Caricaturas políticas
Una fórmula tradicional a la que se ha recurrido de manera constante a lo largo de la historia para descalificar a los rivales políticos ha sido buscar hacer de ellos una caricatura, deformarlos. No se ataca con argumentos lo que realmente son, sino que se forja de los mismos una imagen deforme, cargada de connotaciones negativas, para así poder destruirlos con mayor facilidad.
Es lo que le sucedió, por ejemplo, a Mariano Egaña, el principal constituyente de la Constitución Política de 1833. Don Mariano no tuvo buena prensa en su época como tampoco la tendría, más adelante, en la historiografía. Muchas veces, más que una imagen real de él mismo se lo representó como una caricatura, cuyos rasgos centrales fueron su posición ultraconservadora y sus simpatías monárquicas. Habría sido un admirador del modelo inglés de gobierno, por lo que se lo apodaba "Lord Callampa". En el periódico El Hurón, a propósito del proyecto de reforma constitucional - el "Voto particular" - que presentó a la Gran Convención encargada de reformar la Constitución de 1828, se señalaba que "el autor de este proyecto es un admirador de las instituciones políticas de la Gran Bretaña; pero parece que sólo conoce al rey por la corona, a los lores por sus mantos, a los jueces por sus grandes pelucas, etc., etc.". Entre los historiadores, el británico Simon Collier ha dicho de Egaña que habría sido tal vez "el único intelectual chileno reaccionario (y definitivamente un admirador de Metternich)". Con ello se lo relaciona con el gran político austríaco, caricaturizado a su vez por defender la legitimidad contra los avances revolucionarios y que buscaría a través de medios diplomáticos poner fin a las guerras napoleónicas, una especie de guerra mundial que terminó con millones de muertos. Paradojalmente, y más allá de la caricatura, la verdad es que Egaña fue un gran admirador de Napoleón - y no del "reaccionario" Metternich - y de los avances revolucionarios que este extendió por Europa tanto en lo jurídico como en lo institucional. Así como en su labor codificadora le sirvieron de modelo los códigos napoleónicos, en el plano constitucional sus principales referentes fueron los franceses y, en particular, aquellas constituciones con las que gobernó Bonaparte. Mientras que, en el ámbito de las ideas, los autores que más influyeron en la formación de su doctrina constitucional fueron los liberales franceses como Benjamin Constant, redactor de la constitución napoleónica de 1815.
Sobre esas bases Egaña, más allá de la caricatura que se ha hecho de él, daría forma a una Constitución republicana, la de 1833, bajo la cual Chile alcanzó su estabilidad política y que tendría vigencia por casi un siglo. Aunque en ella se dio un gran poder al titular del ejecutivo, también se dotaba de importantes herramientas al legislativo. Se trató de un texto flexible que facilitaría la evolución desde un régimen presidencialista y autoritario a uno parlamentario en el que el énfasis se pondría en la libertad.
Hoy en día la mayoría en el seno del Consejo Constitucional está constituida por representantes del Partido Republicano del cual también se ha hecho una caricatura. Serían exponentes - si ha de creerse a ciertos representantes de la prensa tanto nacional como internacional - de la "ultraderecha" o "populistas de extrema derecha" (con lo que se los quiere emparentar con ciertos modelos extranjeros); "defensores acérrimos del modelo neoliberal"; tendrían una "visión del mundo basada en el orden y la seguridad", etc. Pero sus figuras más conocidas como José Antonio Kast, Arturo Squella o Luis Silva, parecen no calzar con esa caricatura. Puede ocurrir que, más allá de esa visión caricaturesca, el actual proceso constituyente culmine con la elaboración de una nueva Constitución que dé estabilidad a Chile por los próximos cien años.
Enrique Brahm García, Universidad de los Andes