En los tiempos de los tres cines que habían en Iquique, dos ellos se quemaron: el Nacional y el Coliseo. Este último tenía varias singularidades. Una entrada para la galería que conducía, por detrás del telón, y llevaba a la otra galería. Hay que imaginarse la alegría cuando se entraba, se tomaba asiento, que en rigor, eran tablones en espera que la luz se apagara. Cuando esto ocurría, en ese trecho de apagarse la luz y encenderse la pantalla, reinaba una oscuridad absoluta que era aprovechada, por los pillos de siempre, que gracias a un pequeño salto, al iniciarse la proyección de la película aparecían sentado en platea.
El Coliseo olía a parafina. Era la única forma de evitar las pulgas en una ciudad que siempre ha tenido problemas de salubridad. En los años 60 hubo una plaga de ratones que ni el flautista de Hamelin, hubiese podido engañar con la dulzura de ese instrumento.
En la platea la señora Luzmira era la encargada de cortar los boletos, en la galería un señor de apellido Sepúlveda, serio como ella, administraba esa puerta que estaba en la calle Thompson, lugar donde ahora hay una feria. Este señor, ideó un sistema para decidir quién podía ver películas para mayores de 14, de 18 y de 21. Con una cortapluma hizo tres marcas. Con ella, controlaba a quienes pretendían ver una película que no les correspondía. Sepúlveda, no sólo cortaba el boleto, sino que también medía a los espectadores. Iba al cine con mi amigo el Laucha. Era pequeño, pero apto para los 18 años, pero el método Sepúlveda era implacable. El Laucha argumentaba que estaba en el liceo, que se afeitaba a diario, Sepúlveda inconmovible.
El 1 de enero de 1983, el fuego, activado por una bengala, consume por completo este histórico cine. Y con ellas las marcas de la censura del Señor Sepúlveda se consumieron como si nada. Sospechamos del Laucha, pero un irresponsable en plena celebración de Año Nuevo, lanzó una bengala que al juntarse con la parafina, hizo arder al famoso coliche.
"El 1 de enero de 1983, el fuego, activado por una bengala, consume por completo este histórico cine".
Bernardo Guerrero Jiménez,, sociólogo y académico Unap