Nadie
Nadie. ¿Qué es nadie? En el diccionario de la lengua española se indica que es "Ninguna persona", era que no. Y se enfatiza en una segunda acepción que es "Ninguna persona importante o con autoridad para algo", esto, a mayor abundamiento; es decir, el ninguneo mismo.
¿Por qué la pregunta? Porque no pocas veces nos queda esa sensación de que somos nadie, exactamente nadie, ninguna persona, no somos persona. Nos ningunean, no nos toman en consideración, nos menosprecian, tal cual. Y, ¿qué es menospreciar? Algo así como mirar a alguien por encima del hombro. ¡Terrible lo que se va constatando! Casi como despreciar. ¿Y despreciar? Es un cóctel de abandono, repudio, desdén, postergación, desaire, relego, despreocupación, maltrato,… en fin, nada bueno, o más de lo mismo anterior. Todo, todo, para referirse a nadie. Descuidé mencionar que nadie es, ante todo, negación. ¡Mal!
Hace unos días volvió a asaltarme la inquietud por este pronombre indefinido, que sí puede ser empleado como sustantivo. Algo así como, "resultó ser un nadie". ¿Cómo puede suceder eso? ¿Por qué volvió en mí la inquietud de la palabra nadie? Fue al leer hace unos días, una columna de opinión de un filósofo español que tuve la suerte de conocer y escuchar en una conferencia en el Instituto Tecnológico de Monterrey, esto fue en noviembre de 2007, ¡quince años ya! De hecho, como cualquier fan le pedí, al finalizar su conferencia, que autografiara un libro suyo que yo portaba no tan casualmente en esa ocasión. ¿A quién me refiero? A Fernando Savater. La columna de opinión en cuestión la tituló "La gente es nadie".
¿Cuál es su tesis en esta ocasión? Que no son pocos, sí, muchos, quienes se refieren a la gente como su objeto de interés mayor, quienes afirman que su línea de acción política es la gente, quienes tratan a la gente como su leitmotiv, en fin, asunto que se repite y repite. Y allí asoman las dudas, la gente, la gente, de tan reiterado que es el repique, ya da como para recelar de tanta mención.
Y el asunto es que efectivamente, en boca de ellos, en particular, la gente es solo un lugar común, porque a la vuelta de la esquina, la gente, sí, a la que aduló, a la que "ubicó en primera fila", la que nombró varias veces, es la misma que después siente que es nadie, porque no aparece en sus propuestas, y es que ni siquiera hay propuestas. Así, nadie, se da cuenta de que le han vuelto la espalda, una vez más. Así, nadie, sí tiene la chance incontinenti de reivindicarse, de tomar partido, con un nuevo voto.
Se afirma que la gente lee, sabe leer; no obstante, no se interpreta bien lo que la gente quiere, entonces los que no saben "leer" son otros. En conclusión, no nos estamos entendiendo, las expresiones verbales y no verbales fluyen de un lado y otro, y a unos y otros no nos gusta lo que se expresa, o lo que se da a conocer, o a entender. Y como no es un diálogo de iguales, la gente se siente menospreciada, se sintió menospreciada, no fue bien interpretada. Triste colofón. "La gente es nadie".
"Se afirma que la gente lee, sabe leer; no obstante, no se interpreta bien".
Raúl Caamaño Matamala, Profesor, Universidad Católica de Temuco