Una vez más, hemos realizado un cambio de hora en Chile, en desmedro de sus habitantes.Sistemáticamente el Estado chileno se ha propuesto robarle horas de sol a sus compatriotas.
Sería bueno hacer un poco de historia al respecto: en 1912, Chile adoptó la hora oficial del Huso Horario +5, respecto del meridiano de Greenwich. En 1918, el gobierno cambió dicha hora y la pasó a Huso Horario +4. Hasta ahí no había mayor problema pero, en 1927, se les ocurrió cambiarla nuevamente y dejar un horario de invierno que se iniciaba el 1 de abril y otro de verano que partía el 1 de septiembre, con el argumento, el mismo de hoy, que así se ahorraba energía.
En 1946, por la incapacidad de las plantas para aportar energía eléctrica suficiente para el funcionamiento de las fábricas, se cambia la hora para Santiago y zona centro al Huso Horario +3, dejando al resto del país con el Huso Horario +4.
En 1947, se deja la hora oficial fijada en el Huso Horario +4.
En 1968, aduciendo las mismas y manidas razones anteriormente esgrimidas, se establece un horario de verano y otro de invierno, cambiando del Huso Horario +4 al +3 y viceversa en los meses de marzo y octubre de cada año.
Lamentablemente, han predominado criterios economicistas por sobre el del bienestar de la población, obligando a un organismo diurno, como es el humano, que depende biológicamente de la presencia solar, a funcionar a obscuras, produciendo serios problemas, tal como insistentemente lo han manifestado las distintas entidades relacionadas con la fisiología humana. Esta situación raya con algo tan absurdo, como obligar a un animal nocturno a realizar actividades diurnas.
Más aún, los sesudos estudios que se han realizado en el ámbito económico han concluido que actualmente el impacto del cambio de hora sobre la economía es de un escuálido ¡2 por ciento!, razón por la cual muchos países han optado por eliminar ese cambio horario que tantos problemas acarrea.
Ningún gobierno, ni anterior ni actual, ha hecho caso a las recomendaciones científicas, prefiriendo ellos, poner por delante los intereses económicos al bienestar de la población, evitando que los niños reciban instrucción con luz natural y no artificial y que los adultos no sufran alteraciones como las ya latamente descritas, en las que se incluye la depresión, trastorno en el cual Chile muestra altos índices.
El país no tiene ningún derecho a obligar a sus ciudadanos a aceptar cambios que vayan en perjuicio directo de su salud, como es el de escamotearle dos horas de luz, y menos aún, obligar a un organismo como el nuestro ir en contra de su naturaleza diurna.
Hrvoj Ostojic,
magíster en Fisiología