¡Otra vez lo mismo!
¡Otra vez lo mismo! Creo que más de una vez hemos escuchado esta expresión, quizás acompañada de un dejo de desesperanza, de desaliento.
¿En qué escenario la hemos escuchado? Generalmente, en circunstancias de ser testigos sino víctimas de violencia, de la violencia contra las personas, o contra las cosas.
¡Otra vez lo mismo! Expresión que ya se ha hecho costumbre, así como también lo que provoca esa locución. La violencia se ha hecho hábito, mal hábito como expresión de violación de derechos, como mala expresión de deberes cívicos naturales de buena convivencia, de buen trato.
Nadie tiene derecho de maltratar, de maldecir; sí, porque también con el lenguaje se maltrata, se hiere, se afecta a la persona, la individualidad de un ser humano. El maltrato no solo es de obra, por acción física inmoderada contra las cosas, bienes, personas, animales, contra el medioambiente.
¡Otra vez lo mismo! Ya decíamos que es una frase archirrepetida, tantas cuantas veces asoma el estímulo. Y esa es la cuestión. ¡Acción, reacción! Los agentes del daño pueden ser los mismos, pues han hecho de ello una profesión, y en otros casos son actores nuevos que asoman en nuevos ciclos del tiempo, pero la práctica es la misma e inveterada.
¿Por qué esa maña? ¿Por qué no hay aprendizaje, pero aprendizaje del bueno? ¿Por qué no innovar, dar un giro? El problema es que cuando se cree que ya no, que se aburrieron, o se hartaron (empacharon), asoman nuevas prácticas, de nuevos agentes, y quizás de quienes menos lo creíamos. Es que incluso asoman como los nuevos, paradigmáticamente nuevos, que no son los mismos, y sí, es lo mismo. Es cíclico el asunto.
¡Otra vez lo mismo! Sumamos a estas viejas prácticas reseñadas antes, el engaño, el torcer la voluntad, la versión 1 versus la versión 2, por qué fueron seleccionados y para qué fueron seleccionados… todos nos equivocamos, todos fallamos, no somos perfectos, pero, ¿por qué porfiar en la añagaza, en el ardid? ¡No hay salud!
¡Otra vez lo mismo! Mismas prácticas, nuevos agentes.
"Nadie tiene derecho de maltratar, de maldecir; sí, porque también con el lenguaje se maltrata, se hiere, se afecta a la persona, la individualidad de un ser humano. El maltrato no solo es de obra".
Raúl Caamaño Matamala,, profesor, Universidad Católica de Temuco