Violencia escolar
Luego de dos años en que las aulas permanecieron cerradas y las clases se realizaron principalmente en línea, los alumnos retornaron nuevamente a las actividades presenciales, lo que ha significado una serie de desafíos para las comunidades educativas y también para las familias. Lamentablemente, no se trata solo de la implementación o el control de los protocolos sanitarios, sino que de enfrentar el aparente aumento de la violencia escolar, un fenómeno que estaría recrudeciendo por estos días.
Así lo revelan al menos las estadísticas de la Superintendencia de Educación, organismo que este año en Tarapacá ya recibió 57 denuncias de acoso escolar entre el 1 de enero y el 25 de abril. La cifra representa un aumento superior al 32% respecto a los registros del mismo periodo, pero de los años 2018 y 2019. Esto se condice, además, con una encuesta presentada a inicio del mes pasado por la Asociación de Municipalidad de Chile (Amuch), instrumento que incluyó el testimonio de 586 padres y madres de alumnos de educación básica o media, donde se buscó conocer su percepción como actores del entorno escolar.
El sondeo estableció, entre otros aspectos, que más de la mitad de los estudiantes han sido testigos de algún tipo de agresión escolar. Además, sobre el 42% de los padres respondió que la violencia escolar es un problema grave al interior de la escuela donde es apoderado.
Estos y otros antecedentes dan cuenta de la necesidad de trabajar de manera más profunda el tema en los establecimientos educaciones, pero también incluyendo a la familia, sobre todo porque varias situaciones de violencia parecen estar también motivadas por factores externos al colegio.
La violencia que se está experimentando en la sociedad, donde parece no existir espacio para el desacuerdo, podría también estar ocasionando manejos inadecuados de los conflictos.
De cualquier forma, es clave actuar de manera oportuna, toda vez que dejar pasar un episodio de acoso o no brindarle la atención necesaria podría generar una escalada del mismo, incluso hasta decantar en situaciones altamente riesgosas para la integridad de los jóvenes.
"Estos y otros antecedentes dan cuenta de la necesidad de trabajar de manera más profunda el tema en los establecimientos educaciones, pero también incluyendo a la familia".