"Aún no me la creo, todo ha pasado muy rápido".
El popular cantante de trap nacido hace 27 años en San Miguel revisa aquí la vertiginosa carrera en los últimos dos años.
Rodrigo Castillo R.
Contada en reversa, es decir, de adelante hacia atrás, la historia del trapero Galee Galee comienza con el éxito más inimaginable y termina con la mayor precariedad que se pueda concebir. Él mismo ha hecho ese ejercicio retrospectivo una y otra vez, repasando la secuencia de lo que ha ocurrido en los últimos dos años, tratando de entender cómo pudo lograr tanto en tan poco tiempo, pero hay cosas que el cerebro humano sencillamente no puede asimilar.
"Yo aún no me la creo, todo ha pasado muy rápido", confiesa este músico de 27 años, nacido en la comuna de San Miguel y educado en un colegio que describe como "una especie de Sename", mientras sigue ensayando cada detalle del show con que mañana viernes debutará en el festival Lollapalooza 2022. Llegará a ese masivo escenario avalado por una impresionante cantidad de hits y respaldado por el contrato que firmó con Sony Music hace sólo un par de semanas.
"Siempre supe que quería firmar con un sello grande, pero nunca pensé que lo iba a hacer con Sony Music. Pero me gusta eso, me gusta demostrarle a la gente que uno puede lograr sus metas, y me gusta que se sepa que este género urbano ya se estableció con fuerza en el país", comenta el intérprete de singles tan populares como "Mami no estés triste", "Me la busqué" y "Without Lies", todas canciones que ya han estado en la lista Top Viral Chile Spotiy.
"Yo hasta hoy agradezco a todos los que me apoyaron en los comienzos, porque cuando uno está empezando nadie lo toma en serio", agrega el artista, cuyo año laboral 2022 empezó con el impacto de su canción "Big Cut", tema que debutó en los primeros días de marzo y que en sólo dos semanas registró más de 28 millones de reproducciones en plataformas digitales. Gracias a ese fenómeno, Galee Galee ganó un Disco de Oro y otro de Platino.
Dueño de un estilo que ha sido definido como "trap lento", y que se nutre en buena medida del rap que se hace en California, el cantante -cuyo nombre verdadero es Gabriel Zúñiga- pasó una niñez nómade. Con sus padres y su hermano vivió en comunas como La Florida, El Bosque y Puente Alto, así como en el puerto de San Antonio, pero hace una década encontró al fin la estabilidad en Pudahuel. Su familia, dice, tenía que cambiar constantemente de domicilio por problemas económicos y, también, por conflictos con sus vecinos.
"En Pudahuel fue a un colegio super chico que se llamaba Sun School, que funcionaba en una casa esquina. Allá llegaban todos los cabros de la población. Los profes igual nos trataban bien, y de hecho ellos nunca echaban a ningún alumno, aunque fuera muy malo, porque sabían que eso significaba lanzarlos de vuelta a la calle, y la calle siempre está llena de problemas", recuerda.
¿Cuándo y cómo empezaste a hacer música, y cómo lograste darla a conocer?
Empecé a hacer canciones cuando tenía como 15 ó 16 años, con un amigo del colegio que se llama DBS, que tenía en su casa una especie de estudio de grabación aficionado. Aún trabajo con él. En esa época hacíamos las canciones y las grabábamos para nosotros, porque nos daba vergüenza mostrar lo que hacíamos, hasta que un día, en 2019, subí uno de nuestros temas a mis historias de Instagram y a la gente le encantó. Luego empezaron a invitarnos a discoteques, para que tocáramos ese único tema, y nos pagaban con una botella de copete. Después, cuando empezó la pandemia, nos hicimos más conocidos porque seguimos subiendo canciones a Instagram y todo el mundo las escuchaba, porque como había cuarentena y no se podía salir a ninguna parte, todos pasaban pegados a sus celulares.
Uno de tus primeros éxitos fue "Mami no estés triste", donde hablas de vivir con las reglas de la calle, usando pistola y estando resignado a morir joven. Son temas duros para un artista que hace singles exitosos.
Sí, nosotros siempre hemos estado de la mano con la calle. Ahora, con mi nuevo single, que se llama "A perrearla", hacemos un llamado a dejar esa vida de la calle, a dejar las pistolas y disfrutar la vida. Es que la calle está tan mala, que ya hay que parar un poco con eso. A mí me han matado a muchos amigos, y es fome sentir la pérdida de alguien que uno quiere. Y es peor aún saber que un ser querido ha sido asesinado por asuntos de la calle, por envidias o lo que sea.
"Empezaron a invitarnos a discoteques, para que tocáramos ese único tema, y nos pagaban con una botella de copete".