Un grito por ti 2
A propósito de una columna que escribí hace un mes atrás, sobre el desvergonzado ataque de un hombre a una amiga mía que hacía fila en un organismo público y que, impunemente, provocaba acercamientos de clara connotación sexual a vista y paciencia de todo el mundo, muchas mujeres me escribieron contándome sus propias historias.
Hoy, tras haber vivido un intenso 25 de noviembre, en el que se conmemora el Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, recuerdo dos en particular. La primera, era sobre una lección de supervivencia en el transporte público: "Mi nonni me enseñó a llevar un alfiler de gancho clavado bajo la basta del jumper, así que, si alguien quería sobrepasarse conmigo en la micro, yo lo pinchaba con él". La segunda, era sobre una chica vulnerada en reiteradas ocasiones por su entorno laboral, que cuestionó un evento de abuso sexual sufrido en un bus. Ella, sorprendió al auxiliar tocándola obscenamente mientras dormía en un viaje nocturno interregional. Despertó de súbito, lo increpó y pidió bajarse del bus en la siguiente parada, para tomar uno nuevo y continuar su trayecto. Esta acción, la hizo llegar unas horas más tarde al trabajo, por lo que su jefe, incrédulo, decidió descontarle el día. Más aún, se encargó de difamarla, haciendo públicos los hechos y esparciendo la idea, junto un par de colegas, de que el citado abuso era improbable y que, seguramente, la chica lo había inventado todo para quedarse más tiempo en su ciudad de origen. Porque, después de todo, ella no era bonita.
La idea de que el acoso o el abuso sexual, están asociadas a la belleza de quien lo sufre, es una creencia arraigada en una profunda ignorancia. Esa misma que culpabiliza a una mujer violada por "dónde estaba o cómo vestía" o nefastamente dice que, de ser fea, debiera agradecer esa brutal agresión o cuestiona el relato de una joven choqueada por un reciente abuso, por cometer la insolencia de no ser tan linda como para merecerlo.
Lo cierto es que los acosos, abusos, violaciones, agresiones y femicidios, ocurren por el derecho que, quien los perpetra, cree tener para cometerlos. Me gustaría pensar que, en algún posible futuro, el 25 de noviembre será para celebrar el término definitivo de la violencia en contra de la mujer. Imaginar que viviremos en un mundo donde en las familias, escuelas, trabajos y desde el Estado, se enseñe y repita una y otra vez que las personas debemos interactuar desde el respeto por el otro. Un escenario donde los alfileres sean herramientas de costura y no armas de niñas en peligro. Pero mientras eso no ocurra, debemos seguir gritando, golpeando la mesa y marchando. Aunque nos critiquen. Porque aquí, entre nos, es infinitamente mejor ser escandalosa, problemática o densa, que abusada, violada o muerta.
"Es mejor ser escandalosa, problemática o densa, que abusada, violada o muerta".
Gissel Godoy,, arquitecta MBA