La policía mexicana por dentro
Netflix estrenó "Una película de policías", un documental ficticio sobre el uso del uniforme en medio de la violencia y la corrupción del país azteca.
Por Andrés Nazarala R.
El mexicano Alonso Ruizpalacios es uno de los cineastas más interesantes del panorama latinoamericano actual. Nos sorprendió en 2014 con "Güeros", centrada en dos hermanos que buscan a un cantante que, según la leyenda, hizo llorar a Bob Dylan. Luego vino "Museo" (2018), con Gael García, entrañable recreación de un robo al Museo Nacional de Antropología que marcó la pauta noticiosa mexicana en el año 1985. Y ahora vuelve con "Una película de policías", estrenada este año en la Berlinale antes de ser comprada por Netflix.
Mientras la cinematografía azteca se empeña en denunciar la violencia institucional del país (a todo esto, el 17 de noviembre llegará a Netflix la cruda "Noche de fuego"), Ruizpalacios filma una obra inclasificable que alguien, sin darle muchas vueltas, podría considerar como un ejercicio de humanización de la fuerza de orden mexicana. Pero nada es tan simple en este artefacto de operaciones que mezcla documental, falso documental, ficción, cine testimonial y registros en celular sobre el proceso de realización del mismo filme. Es una suma de estrategias, espejos y engaños que buscan representar, desde varios ejes, la experiencia de ser policía, más allá de los juicios simplistas, las condenas y los lugares comunes.
Una escena muestra, por ejemplo, cómo un cabo es humillado por un par de borrachos en una calle. Un transeúnte advierte su pasividad y le pregunta por qué no ha hecho nada; él responde "derechos humanos". En otro momento vemos, en tanto, una escena de injusticia y corrupción institucional que apunta a las jerarquías de poder. Ruizpalacios no busca entregar discursos directos, sino que entender la experiencia policial desde dos personajes entrañables que, en un comienzo, son diseccionados en clave de ficción.
Por un lado tenemos a Teresa, hija de un policía que siguió el camino de su padre a pesar de su rechazo. Por otro, a Montoya, quien definió su futuro por la admiración que sentía hacia su hermano. Ambos cuentan sus historias mirando directamente a la cámara, muchas veces en medio de las mismas situaciones que están narrando. Más adelante, la película los mostrará como pareja. Ellos, quienes pasarán a ser conocidos como "la patrulla del amor", relatarán el romance como si se tratara de una terapia sentimental.
Cuando sospechamos que estamos en un territorio híbrido en el que la ficción y el testimonio documental se juntan, el director da un giro radical: revela a los actores que interpretan a Teresa y Montoya (Mónica del Carmen y Raúl Briones, respectivamente) y muestra los registros que hicieron con sus celulares en medio de la investigación en terreno. "¿Por qué verga dije que sí a esta pinche película?", se pregunta Briones en un momento de honestidad. "Yo no quiero ser policía. A mí no me van a disparar. En mi caso, van a decir: acción, corte. Y ya voy a estar sentado descansando, tomándome un café" .
La exhibición de los entretelones no será la única vuelta de tuerca de una obra original y desafiante que nos lleva a reflexionar sobre los planos de realidad ("ser policía es también ser actor", confiesa uno hacia el final) y la precariedad institucional en un país marcado por la violencia. Ahora bien, tratándose de Ruizpalacios esto no podía estar exento de humor ni de una banda sonora que potencie las escenas: varias composiciones de Lalo Schifrin y un cierre epifánico con la atmósfera de "The Sinking of the Titanic", del compositor experimental Gavin Bryars, quien imagina cómo sonaría la orquesta del célebre barco, si hubiese seguido tocando mientras se hunde. Bello y brutal.
En resumen
El cineasta Ruizpalacios dirigió también capítulos de la serie "Narco".