Lo que Simón Ergas escribió para entender a su madre
El escritor de "La oficina del agua" es el único hijo de Laura Rodríguez, la diputada Humanista que murió a los 35 años en 1992. Acá cuenta cómo su espíritu se cuela en todo lo que hace.
Por Amelia Carvallo
Sofocado en una sequía extrema, el tenaz burócrata A. Prieto protagoniza "La Oficina del Agua" (Alquimia), la más reciente novela del director de La Furia del Libro y editor en La Pollera, el prolífico autor y editor chileno Simón Ergas.
El héroe de "La oficina…" atraviesa un infierno de trámites vigilado por cámaras y funcionarios que reptan y nadan a su alrededor. Con un pañuelo, enjuga su copioso sudor y avanza. La visita de su madre, activista de un valle devastado, precipita los acontecimientos, despierta sus recuerdos y revive el abandono.
-Hablemos del protagonista, "A. Prieto". ¿Cómo fue tomando cuerpo su carácter?
-Prieto tiene harto de mí, sobre todo en sus relaciones familiares. Desarrollé al personaje en base a las distintas etapas que he tenido con mi madre fallecida. Ella fue diputada y murió cuando yo era muy chico y medio que crecí con una negación a eso, en el sentido que nunca fui a los homenajes. Ella fue bien conocida, se llamaba Laura Rodríguez (1957-1992, primera mujer presidenta de un partido, primera humanista en el mundo en tener un escaño en el Parlamento). Entonces, de alguna manera, en "A. Prieto" ahondé sobre lo que a mí me estaba pasando, las transformaciones que yo he tenido con mi propia madre activista, desde chico hasta ahora, desde una negación a una aceptación total.
-¿Cómo fue el proceso de aceptarla completamente?
-El proceso es un engaño completo. Un engaño a uno mismo. La vida es una cosa bastante larga. Y las historias, a pesar de que carguemos con una cabeza estructurada, no terminan cuando decimos que terminan. Varias veces creí que había llegado a esa aceptación total. Una soberbia innecesaria -o una soberbia que me ayudaba a resistirlo- me hacía pensar que el tema estaba listo, cerrado, pasemos a otra cosa. Pero todo cambia. Uno cambia. El contexto cambia. Y las cosas vuelven a exhibirse solitas sobre la mesa. Esta novela me obligó a volvernos a encontrar.
-¿Cómo se fue colando ella en el libro?
-Ella se cuela en todo lo que hago. De alguna manera vive conmigo. Y en mis proyectos literarios ha estado siempre presente. En mi primera novela, "De una rara belleza", me aproximo al trabajo que ella hizo conmigo de niño para ayudarme a entender lo que iba a pasarle. En "Delitos de poca envergadura" tengo un cuento o dos con experiencias que vivimos juntos. Ahora en "La Oficina del Agua" fue distinto. Se fue armando, entre comillas, casualmente la constelación del personaje. Y despejando la maleza del argumento del libro, fui entendiendo, sin haber estado preparado, que era mi historia la que estaba ahí. Que de alguna manera mi madre volvía a ponerse delante, años más tarde, para cuestionarme, para ayudarme a cuestionarme las certezas. Y ahí es cuando las cosas para mí se salen de control, caminan solas; porque entendiendo lo que se me venía, tuve que entregarme por entero.
Los monstruos
Como a muchos, a Simón Ergas le espanta y preocupa este mundo futuro del agua usurpada y sed eterna. "Siempre me ha llamado la atención una frase de Gramsci que habla de que estamos transitando de la noche al amanecer y en ese claroscuro es donde aparecen los monstruos. Y, en ese sentido creo que los monstruos somos nosotros, los seres de la transición. Yo vengo de los noventa, mi cabeza todavía piensa en el capitalismo puro. Lo que me llama la atención es que hay generaciones que están dispuestas a detener todo y cambiarlo, pero habemos generaciones con mundos más complejos, sobre todo la anterior a nosotros que es la que está al mando de las grandes empresas extractivistas y que no están ni ahí con parar por un tema de crecimiento económico.
-A pesar de todo, hay bastante humor en la novela.
-No puedo evitarlo. A pesar de que trato cosas que me afectan mucho, el humor es parte de mi mirada sobre las cosas. Y creo que es importante tenerlo en cuenta cuando la humanidad está en peligro. Frente a las típicas disputas con la familia, por ejemplo, que nos echamos la culpa mutuamente, de repente te das cuenta que hay procesos históricos y sociales, incluso a nivel del planeta, que nos van a pasar por encima a todos. Y está bien. Una vez le leí a un autor de aforismos decir que los árboles aprovechan los terremotos para reacomodar sus raíces.
-Y quedamos los que pueden sonreír.
-El humor también me enseña que de repente uno se toma muy en serio y planifica escribir tal novela o tal tema, y de repente la escribiste y no tuvo salida, no funcionó, te quedó mal. Y la que hiciste sin querer, o como espontáneamente, o como jugando, de repente resultó mejor. Algo que he encontrado en la literatura, y quizás en la creación artística, es que hay que abrazar el error. De repente el error, equivocarse, te lleva a soltar de ti lo más intenso, lo más transparente, quizás lo más lindo también.
-Son maneras misteriosas.
-Exacto, pero uno a veces trata de controlar mucho la situación y no acepta ese misterio.
-¿Estás escribiendo algo ahora?
-Siempre estoy escribiendo.
"La Oficina del Agua"
"Simón Ergas Alquimia Ediciones 198 páginas $11.900