La caridad de Cristo
Hermanos de Iquique, unidos por la historia nacida entre pampas, cordillera y mar, donde trabajadores del salitre lucharon por sus derechos, y por dignificar a los más pobres; de esta ciudad que está construida por tantos migrantes venidos del antiguo continente, italianos, españoles, como otros de la China, quienes han hecho junto a los iquiqueños de Iquique, "una ciudad para querer". Este Iquique que lo conformamos todos junto a los que han llegado cuando llegó la Zona Franca a Iquique.
A todos nos han conmovido los hechos ocurridos el sábado pasado. Los que formamos esta ciudad nos hemos sentido entristecidos, pues nunca nos imaginamos que ante una legítima manifestación ciudadana, frente a la compleja situación del fenómeno migratorio, surgieran de unos pocos, actos que no se pueden justificar. Es verdad, y no podemos negarlo, que la llegada de numerosos migrantes ha hecho más difícil la convivencia entre todos. Por lo mismo, se requiere una acción coordinada de las autoridades locales y nacionales para hacer frente a una situación que no se puede dejar a la deriva. El Estado siempre puede y siempre podrá dar más, para cuidar y proteger la sana convivencia de todos los que amamos y queremos que Chile sea cada día mejor.
La violencia solo genera dolor y nadie posee ese derecho, de causarlo generando angustia, o miedo. No puede haber indolencia frente al sufriendo humano, y menos si son niños indefensos. Trabajemos unidos bajo ciertos criterios de acción para no polarizar nuestra ciudad, el mejor camino es escucharnos, y a partir de ese diálogo respetuoso y constructivo seremos capaces de remediar el mal ejemplo que hemos dado como ciudad ante el mundo, ante Chile y sobre todo ante las generaciones de nuestra ciudad. Cómo vamos a pedir a los jóvenes que nos respeten si nosotros, los adultos, no respetamos a los demás.
Conocemos que el Señor nos ha dicho: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). Ante el desafío migratorio, es urgente reflexionar sobre el mandamiento del amor fraterno, pero no solo desde una perspectiva humana. La mirada de fe enriquece el amor, y nos permite descubrir en el hermano sufriente y necesitado, su esencial condición de imagen y semejanza de Dios y, por lo tanto, el rostro de Cristo, que merece toda nuestra entrega amorosa. Invitamos a los creyentes y hombres de buena voluntad a ver en esta crisis migratoria una oportunidad providencial para intensificar el testimonio de la caridad. Fe y caridad se necesitan y se iluminan mutuamente. La fe cristiana sin el testimonio de la caridad es solo una utopía.
"La violencia solo genera dolor y nadie posee ese derecho de causarlo".
Guillermo Fajardo Rojas, administrador diocesano Iquique