OPINIÓN
Mi niña bonita
"Yo creo que, a todos los hombres, les debe pasar lo mismo. Que cuando van a ser padres, quisieran tener un niño. Luego te nace una niña, sufres una decepción. Y después la quieres tanto, que hasta cambias de opinión". Junio y la celebración del Día del Padre, traen esta canción a mi memoria. Porque sus versos, siguen provocando los mismos cuestionamientos que inauguraron en mí, cuando la escuché por primera vez en mi niñez. ¿Por qué un hombre puede sentir pesar ante la noticia de una hija en camino?
Un embarazo, siempre trae consigo expectativas. Y las expectativas, si llegan a materializarse en realidad, pueden provocarnos alegría. Y si no, al igual que a Lucho Barrios y el hijo fallido del bolero que interpreta, causarnos decepción.
Las expectativas se definen como la esperanza de realizar o conseguir algo. Entonces, la siguiente pregunta es, ¿qué es lo que un padre no puede conseguir para sí, trayendo al mundo una niña?
Históricamente, el sexo se ha atribuido a ciertos roles, derechos y deberes que una persona ejerce. Nacer con pene y testículos, en la era de las cavernas, era sinónimo de fuerza y capacidad de protección para asegurar la supervivencia de la especie. Un rol que, con el paso de los siglos, fue diversificándose, pero manteniendo sus raíces de poder, manifestado en privilegios exclusivos: aprender a leer y escribir; administrar el dinero propio; emitir una opinión en público y expresarla en un voto; generar conocimientos o conquistar logros recibiendo reconocimiento por ello y liderar.
Ser hombre y no mujer, culturalmente, ha significado disponer de la posibilidad de trascender. Una búsqueda inherente a la esencia humana que, paradójicamente, no reconoce diferencia de sexo ni género.
No resulta, entonces del todo enjuiciable, que un padre crezca creyendo que son hijos y no sus hijas, quienes pueden perpetuar su propia existencia. Sino las limitaciones, arbitrariamente asignadas al hecho de ser mujer, desde que somos niñas.
"Pæn pige", traducido desde el danés, quiere decir "niña bonita y bien portada". Un concepto que sintetiza las aspiraciones que nos inculcan tener desde el nacimiento: Procura verte bonita (ojalá de blanco armiño) y procura hacerlo bien (para que el hombre que te lleve, te sepa siempre querer).
Pero siendo niñas bonitas nos volvemos invisibles e intrascendentes. Hoy, gozamos de muchos avances científicos, tecnológicos, logros deportivos y sociales e invaluables obras de arte porque hubo mujeres que decidieron decepcionar al mundo. No siendo una niña bonita y trascender, mejorándolo. Muchas de ellas fueron guiadas por sus padres. Hombres que vieron en ellas un potencial, infinitamente superior, a la herencia de un apellido.
"Pero siendo niñas bonitas nos volvemos invisibles e intrascendentes".
Gissel Godoy Riquelme,, arquitecta-MBA