Una mirada a largo plazo
El problema de la migración irregular, específicamente venezolana, supera largamente las complicaciones que pueda tener Colchane, Iquique o el país en su conjunto; definitivamente se trata de un problema continental que está superando cualquier previsión y toda capacidad de responder adecuadamente a una avalancha inmanejable para cualquier nación.
Ante este fenómeno hemos visto cómo muchos países sudamericanos han ido disponiendo de las fuerzas armadas para evitar el traslado de estas personas entre fronteras. Ello solo da cuenta de la magnitud de lo vivido durante estos años. La diáspora venezolana debe ser uno de los casos más terribles de los últimos años, y la expresión concreta es lo que observamos en las calles de nuestras ciudades con familias completas pidiendo dinero para comer y sobrevivir en un territorio ajeno, desconocido y que encima está golpeado por la pandemia de coronavirus.
Que los migrantes recorren miles de kilómetros buscando una oportunidad, solo da cuenta del drama y destrucción del que fuera el país más rico de Latinoamérica, recién hace algunas décadas.
La actual crisis venezolana, que se gesta tras gobiernos populistas de Hugo Chávez y entra en la devastación total del país con Nicolás Maduro, solo muestra como el destruir las instituciones puede llevar al caos, independiente de las intenciones.
La militarización de la frontera de nada sirve, pues son medidas más efectistas que reales, ya que para quien conoce la realidad fronteriza del norte del país, sobre todo en su límite con Bolivia, sabe que es imposible desde un cierre militar.
Por tal motivo, es primordial que se asuma el tema como una problemática humanitaria y buscar soluciones a largo plazo, pues creer que se frenará la migración de personas que están pasando hambre y que no saben si estarán vivas al día siguiente, por las crisis que viven otros países de Sudamérica, es querer tapar el sol con un dedo.
La problemática requiere que se asuma con una mirada multinacional, que permita reducir el flujo de esta migración y a la vez, evitar que esto vaya generando una olla de presión, donde la discriminación cada vez es más fuerte y en donde la violencia será cada vez más común.
"Es primordial que se asuma el tema como una problemática humanitaria y buscar soluciones a largo plazo".