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-Según esos datos, las pensiones en promedio se reducirían, con un segundo retiro, en 23%.
-Es difícil hacer estimaciones precisas. El costo del retiro en la pensión es mayor en los más jóvenes. Podrían recuperar algo en el tiempo si redoblan su esfuerzo de ahorro, lo que es improbable. Y aún si lo hacen, la pensión será 20% menor que sin retiro. Con todo, esas estimaciones de caída en pensión sirven para graficar el daño previsional que estos retiros generan. Si queremos honrar la justificada preocupación de los chilenos por el monto de las pensiones, no sólo debiéramos mirar con recelo estos retiros, sino asumir que el esfuerzo de la reforma previsional pendiente tendrá que ser aún mayor a lo estimado para compensar el forado que deje el retiro de fondos. La manera de volver a encarrilar el debate previsional es tomándose en serio el futuro. Vencer las tentaciones de corto plazo, bajar las banderas ideológicas, salir de las trincheras y asumir que en esto no hay atajos ni milagros: buenas pensiones se construyen con esfuerzos de ahorro proporcionales. Eso requiere mayor ahorro privado y mayor gasto fiscal. El retiro de fondos equivale a iniciar un viaje al norte dirigiéndose al sur.
-El primer retiro, recordaba, era único y excepcional. ¿Es irresistible la tentación de recurrir a esos fondos?
-Habrá que preguntarles a los que firmaron la moción de reforma constitucional del primer retiro qué intenciones tenían al colocar esa frase. Tenemos derecho a dudar de la sinceridad de esa declaración. Parece evidente que los parlamentarios son en esto esclavos de la preferencia por el corto plazo que las personas expresan también en encuestas y redes sociales. Pero si ese va a ser el criterio para regular la seguridad social en Chile, entonces estamos perdidos. La previsión social necesita esfuerzos hoy para tener protección mañana. Pero si la disposición política que prevalece es a sacrificar el mañana en nombre del presente, lo que tenemos es "imprevisión" social. Por eso ya los gobiernos de Frei Montalva y Alessandri pidieron limitar la intervención legislativa en materias de seguridad social. La reforma constitucional de 1971, o estatuto de garantías que permitió la elección en el Senado de Allende como presidente de Chile, contemplaba la iniciativa exclusiva presidencial en las leyes relativas a temas de seguridad social. La experiencia a la fecha era que nuestro sistema previsional de entonces se estaba desfinanciando gravemente gracias a las "creatividad" e incentivos políticos de un Parlamento muy activo en conceder pensiones por gracia y en aumentar beneficios previsionales disminuyendo requisitos para obtenerlos. El problema de fondo es que los incentivos de los parlamentarios tienen como horizonte la próxima elección, y eso no ayuda a reconocer que, en estas materias, la responsabilidad y sostenibilidad de los sistemas previsionales exigen aceptar costos y esfuerzos en el presente, aunque no sean populares.
-Un segundo retiro, ¿podría tener un efecto mayor que el primero en el mercado de capitales o en el "riesgo país"?
-Lo ha dicho el presidente del Banco Central, las instituciones pierden credibilidad cuando se aprueba algo como "excepcional y por una sola vez", y a muy poco andar lo excepcional se repite. El efecto en el mercado de capitales tiene dos caras. Una primera, asociada al modo en que se liquidan los instrumentos sin generar disrupciones en el precio de los activos. En esto el primer retiro mostró que el esfuerzo coordinado de AFP, reguladores y Banco Central, permitió liquidar gran cantidad de activos de modo casi imperceptible en el precio de los activos. Si bien las capacidades del Banco Central de comprar papeles de las AFP no son infinitas, creo que el problema puede abordarse sin mayores traumas.
-El retiro parece popular en la Cámara y en la ciudadana. ¿Es una ruta para acabar con el sistema previsional como lo conocemos o es exagerado verlo así?
-Varias motivaciones convergen detrás de quienes promueven el retiro de fondos, y entre ellas está también la de derribar por esta vía el sistema previsional vigente. Mientras menos recursos previsionales existan, más evidente y necesario será complementar las pensiones autofinanciadas con apoyo fiscal. Mientras menos personas tengan saldo, más evidente será la insuficiencia del sistema de capitalización individual para proveer pensiones dignas para la mayoría de las personas. Si prevalece la idea de que el ahorro previsional ya no es para las pensiones, sino para retirarlo y gastarlo ahora a punta de retiros "excepcionales", el sistema de acumulación de ahorro puede disminuir, con grave daño para las pensiones futuras y para la economía nacional. Quizás a los detractores del "modelo" ese fin les resulte atractivo.
-En el primer retiro el Presidente no recurrió al Tribunal Constitucional, ¿considera razonable hacerlo ahora?
-A mi juicio, las posibilidades de recurrir con éxito al TC dependen esencialmente del quorum de aprobación en ambas cámaras. Si se logran los 2/3 creo que las posibilidades son muy bajas. Si ese quorum no se alcanza, hay un caso sólido para entender que en materias esenciales de la seguridad social una reforma constitucional no puede sujetarse solo a los quorum de los artículos transitorios (3/5), sino que los propios de los derechos constitucionales, Capítulo III de la Constitución, que consagra el derecho de la seguridad social. Eso requiere los 2/3. Si el gobierno logra alinear a los parlamentarios de Chile Vamos en torno a su proyecto de reforma, más acotado y con foco en los que lo necesitan y pago de impuestos, es posible que impida que los 2/3 apoyen lo que vino de la Cámara. Es incierto en todo caso.
-¿Es injusto echarles la culpa de todo a las AFP?
-Las AFP son solo una parte del sistema y desempeñan las tareas que la ley le asigna y bajo estricta fiscalización del Estado. Son responsables de recaudar las cotizaciones y administrar los ahorros previsionales buscando siempre rentabilidad y seguridad en las inversiones. En esa tarea, a mi juicio, han tenido un desempeño positivo. Pero la sociedad espera buenas pensiones y el sistema no las otorga. Además, han tenido altas utilidades y un origen en el marco de la dictadura militar. Eso explica, y en parte justifica, la frustración social con un sistema cuya cara visible son las AFP. En el sistema de AFP, la pensión es el resultado directo del esfuerzo de ahorro. La pensión, en esencia, corresponde al monto acumulado dividido por la expectativa de vida al momento de jubilar. Tanto la acumulación como la expectativa de vida se han movido en sentido adverso al objetivo de una buena pensión. Los chilenos, y chilenas especialmente, vivimos cada vez más, la edad de jubilación se mantiene en el nivel definido hace casi un siglo. La informalidad es muy grande, las cotizaciones son irregulares y son muchos los chilenos con grandes lagunas previsionales, lo que es especialmente problemático en el caso de las mujeres. La responsabilidad de corregir estos temas no es de las AFP, sino del mundo político. Pero al mundo político en general le ha resultado más fácil culpar a las AFP que reconocer y resolver el problema de fondo.
-¿En qué pie queda la reforma al sistema de pensiones que está en el Congreso?
-Los retiros de fondos agravan la perspectiva de bajas pensiones. Ello redobla la necesidad de una reforma potente que preserve las fortalezas del actual sistema, pero que aborde sus falencias ofreciendo protección social a los que no han cotizado lo suficiente para acceder a una pensión adecuada. Eso requerirá aporte estatal y destinar un monto relevante de las nuevas cotizaciones a mejorar las pensiones actuales y próximas, especialmente de las mujeres. Lo preocupante es que ese esfuerzo adicional tendrá ahora que destinarse, en buena parte, ya no a mejorar pensiones, sino a compensar el daño que generan los retiros de fondos.
-¿Cree que habrá que incrementar el esfuerzo de ahorro de otras formas, por ejemplo, retrasando la edad de jubilación?
-La evidencia es clara. Vivimos mucho más y queremos jubilarnos como si nada hubiera cambiado. El caso de las mujeres: casi dos tercios se jubila con menos de 15 años de cotizaciones, y lo hace a una edad en que la expectativa de vida es de 30 años más. (A los 60 años, la expectativa de vida promedio de una mujer es hasta los 90). Si una mujer cotiza el 10% de su salario por 15 años acumula, descontando la rentabilidad, el equivalente a 1,5 salarios anuales. Considera que la rentabilidad pudiese duplicar ese monto: tres salarios anuales. Si la pensión esperada fuera el 60% de las rentas en actividad, lo cotizado solo financiaría cinco años de pensión de un total de 30. O, lo que es lo mismo, la pensión tendría que ser menos del 10% del salario para poder pagarse por 30 años. Lo que tenemos con estas tasas de cotización del 10%, con estas lagunas previsionales y con esta edad de jubilación, es una fábrica de pensiones miserables y de frustración social. Retrasar la edad de jubilación es una medida obvia desde la biología y de las matemáticas más elementales, pero no desde la lógica política.