Por Andrés Nazarala R.
El guionista Peter Morgan se ha especializado en la realeza británica. En 2006 escribió "The Queen", película dirigida por Stephen Frears y protagonizada por Helen Mirren, que recrea la relación entre el Primer Ministro Tony Blair y la Reina Isabel II tras la muerte de Lady Di. Con Mirren haciendo el mismo papel, Morgan montó posteriormente, en 2013, la obra teatral "The Audience" en el West End londinense. Ambas producciones son antesalas de "The Crown", serie de Netflix que debutó en el año 2016 con un plan concreto: retratar la vida de la Reina Isabel II en un marco que va desde su casamiento en 1947 hasta el siglo XXI. Una forma astuta de narrar los cambios de la monarquía contemporánea a lo largo del tiempo y revisar los acontecimientos de Gran Bretaña desde la posguerra hasta la actualidad.
Hoy se estrena la cuarta temporada y se agradece que, desde el ciclo anterior, la Reina sea interpretada por la gran Olivia Colman, actriz versátil que en "La favorita" (2018), de Yorgos Lanthimos, se lució encarnando a una soberana bulímica y lesbiana: Ana Estuardo. Su Isabel es menos llamativa. Se trata más bien de una flemática testigo de acontecimientos históricos que la inglesa recrea con miradas, pequeños gestos y una elegante contención real. Que el contexto de la nueva temporada sea la cuestionada era de Margaret Thatcher hace más interesante la pasividad crítica de la monarca. Vale mencionar que la Dama de Hierro es interpretada por Gillian Anderson ("Los expedientes secretos X") en una actuación algo exagerada que destiñe con el resto del elenco.
Peter Morgan no puede ignorar que hablar de Thatcher implica abordar el descontento, el desempleo, el punk, la guerra de Las Malvinas y el gran legado formal de todo el cine social británico que se extiende desde el movimiento cinematográfico llamado "Free Cinema". Uno de los capítulos, por ejemplo, contrasta el glamour de palacio con la miseria de las calles. Son tiempos de protestas, largas filas en las agencia de empleo y ecos de una guerra lejana en contra de Argentina. En el ambiente suenan The Cure y Joy Division, bandas que supieron transformar la depresión colectiva en pura belleza melancólica. Morgan retrata ese mundo gris para acercarse a la figura de Michael Fagan, desempleado que trepó los muros del Palacio de Buckingham solo para hablar con la Reina. Basta con una mirada de Colman para entender que ella, en el fondo, solidariza con ese extraño en medio de las salvajes medidas impuestas por una Thatcher implacable.
Buena parte de la emoción está depositada, sin embargo, en la relación disfuncional y trágica entre la frágil Diana Spencer (Emma Corrin) y un Príncipe Carlos (Josh O'Connor) cínico que siempre mantuvo una relación paralela con Camila Parker Bowles. El fresco real incluye personajes secundarios: la Princesa Margaret (Helena Bonham Carter) y el Príncipe Andrés, cuestionado en el último tiempo por su vinculación a Jeffrey Epstein, entre otros. Aunque todo circula principalmente en torno a esa tríada de mujeres fuertes que coincidieron en un momento clave para la Historia.
"The Crown" narra hábilmente todo lo que se propone, desde sus ambiciones sociopolíticas hasta su indagación en asuntos del corazón que antes pertenecían a los transitados territorios del papel couché.