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dice que la constitución puede considerarse una pintura antigua retocada.
-El libro demuestra que la Constitución y casi cada una de sus normas proviene de fuentes incluso del siglo XIX. ¿Existe lo que podría llamarse una "tradición constitucional chilena" que se encarna en el texto?
-Me parece que sí. La Constitución actual tiene numerosas normas cuya redacción ha permanecido intacta por décadas, son preceptos que han sobrevivido guerras civiles y quiebres democráticos severos. Esas normas, algunas bastante fundamentales como las del siglo XIX y XX que le mencionaba, son parte de la tradición constitucional que todo país serio debería respetar. Así también lo han declarado los presidentes Frei Montalva, que hablaba de la "espina dorsal" de la Constitución, Lagos y Bachelet. La propia Gabriela Mistral calificaba a la Constitución como la "línea tónica" de nuestra historia, y decía que la "crianza chilena es la democracia en república".
-En la opción entre estabilidad o cambio de las normas fundamentales, usted pondera un "sano equilibrio" entre ellas. ¿Es otra manera de decir "Rechazo para reformar" o también puede haber ese equilibrio en una Convención constituyente?
-Efectivamente, "Rechazo para reformar" es una opción, y también lo es "Apruebo para respetar la tradición constitucional chilena". Ambas opciones son equilibradas, pero les ha faltado informar mejor a la ciudadanía. ¿Qué se quiere reformar o mantener? El silencio ante estas interrogantes genera un escenario de incertidumbre. Faltaron en la papeleta alternativas menos extremas y vagas que las del simple Apruebo o Rechazo, opciones relativas a materias específicas.
-Según cita en su estudio introductorio, desde Platón hasta los Beatles no parecen muy convencidos de los cambios constitucionales radicales. ¿Cuál es el peligro de ellos y no están moderados en nuestro caso por el mismo proceso constituyente con sus reglas?
-Los cambios radicales o disruptivos suelen estar alejados de las aspiraciones colectivas de la mayoría, razón por la cual tarde o temprano terminan desapareciendo, a veces a costa del sufrimiento de una o más generaciones. El proceso que enfrentamos es radical en lo formal, pues lo ideal es reformar y no revisar todo desde cero. Sin embargo, comparto que las reglas del proceso constituyente, en particular el quórum de 2/3 y el plebiscito de salida, moderan los riesgos de cambios radicales.
-¿Qué le parece la idea de "hoja en blanco" como mecanismo de creación constitucional?
-Me parece desproporcionada y costosa porque lo normal en los países serios y civilizados es la reforma. Con todo, comprendo que en el caso de Chile la resistencia por años de un sector político a discutir desde cero algunas normas de la Constitución que no fueron introducidas democráticamente, me refiero a las de 1980, ha llevado a un proceso como el que estamos viviendo. Por eso que lo ideal habría sido plebiscitar esas normas y no el texto bicentenario que nos rige.
-La Constitución de 1980 se planteó con ánimo refundacional y no reformista, y sin embargo mantuvo aspectos previos. ¿Acaso es imposible partir totalmente de cero, por más que se quiera?
-La Constitución de 1980 tuvo un ánimo refundacional pero fue más bien una reforma porque respetó gran parte de nuestra tradición constitucional. Pienso que es difícil partir de cero, sobre todo si se dispone de nueve meses apenas para redactar una nueva Constitución y existen tratados internacionales que fijan un mínimo de garantías. Me parece que el riesgo, más que de disrupción total, es el de una Constitución de peor calidad o de mayor vaguedad que la que tenemos, fruto de transacciones burdas, o falta de acuerdos que lleven a silencios importantes. En todo caso, es un riesgo que puede ser mitigado con la elección de convencionales capacitados para asumir esa tarea.
-Según su investigación la "Constitución de 1980" es un 30% aproximadamente del texto actual. ¿Es inapropiado entonces considerarla la Constitución de Pinochet?
-La Constitución actual no es la de Pinochet en lo formal, porque el decreto que la contiene fue suscrito por el Presidente Lagos, ni desde un punto de vista material, porque sus normas representan apenas ese porcentaje. El resto de las normas proviene del siglo XIX y primera mitad de los siglos XX y XXI. Lo dijo Patricio Aylwin con el mismo énfasis en una entrevista televisada para el Museo de la Memoria disponible en internet. Pienso que los constituyentes de 1833 y 1925 se reirían de saber que sus aportes terminarían siendo atribuidos a un General que gobernó Chile a fines del siglo XX. En todo caso, no conviene remitirse sólo a lo porcentual, porque pocas normas podrían introducir cambios relevantes.
-Esa es la crítica que se ha planteado a la Constitución actual, que es "tramposa", con un diseño institucional que no respeta las mayorías con pocos mecanismos, tres de los cuales subsisten: el quórum de leyes orgánicas constitucionales, la competencia preventiva del Tribunal Constitucional y el quórum de reforma constitucional. ¿Tiene algo de razón esa postura?
-Pienso que, de los mecanismos contramayoritarios que subsisten, el más cuestionable es el control preventivo de leyes por el Tribunal Constitucional. Lo del quórum especial para ciertas leyes es un tema más opinable o cambiable. Todo depende de qué tan sujeto a los avatares de la contingencia o de las mayorías circunstanciales queremos que estén los asuntos legales más relacionados con la Constitución. En cambio, no comparto la crítica al quórum supramayoritario de reforma a la Constitución, porque la Constitución existe precisamente para limitar el poder del legislador, entre otros. Si se quisiera una Constitución modificable por mayoría simple, en ese caso mejor tener solo leyes sin Constitución.