Han pasado varios días desde que se inició el estallido social en Chile y los distintos sectores realizan las más diversas reflexiones no solo para responder sobre el cómo se llegó a este punto, sino que para plantear una salida al problema actual y buscar soluciones más profundas que nos permitan avanzar como país.
Aunque es complejo tener una sola lectura, es innegable que existe un divorcio, una distancia entre la ciudadanía y las autoridades. Es tan complejo el escenario, que este distanciamiento incluye tanto al oficialismo como a la oposición, es decir, atraviesa a toda la clase política.
En las manifestaciones que se han desarrollado a lo largo y ancho de todo el territorio nacional la ciudadanía no solo exige cambios significativos, sino que mejoras que incrementen su calidad de vida y que apunten a reducir los niveles de desigualdad existentes.
Tal como se ha planteado desde el mundo político y social, el nuevo trato exige un estándar mínimo, donde no se consideren privilegios y que se fomenten las oportunidades. En ese contexto, es relevante que -esta vez- los discursos no permanezcan solo como letra muerta, sino que se generen acciones que impidan nuevos escándalos como los que han involucrado a distintas instituciones del Estado.
Como se trata de una manifestación ciudadana tan diversa, es indispensable que en el corto plazo se generen herramientas que permitan establecer de forma certera las necesidades más urgentes y las prioridades. Para que ello ocurra, también es necesario que la ciudadanía, sus representantes y la clase política establezcan un diálogo propositivo, franco y sincero. Desde ese punto es posible poner las cartas sobre la mesa y comenzar a diseñar el Chile que necesitamos.
Es fundamental, por lo tanto, aunar voluntades de todos los sectores y trabajar en resolver los problemas que hoy se enfrentan en salud, educación, pensiones, costo de la vida, seguridad ciudadana y un sinnúmero de etcéteras.
La ciudadanía ya hizo la pausa. Ahora, la clase dirigente tiene la oportunidad de sumarse a este proceso, sin duda histórico para el país.
"También es necesario que la ciudadanía, sus representantes y la clase política establezcan un diálogo propositivo, franco y sincero".