Los daños y saqueos no han cesado, sobre todo en las regiones del país que han concentrado las principales protestas: Metropolitana, Coquimbo, Valparaíso, O'Higgins y del Bío Bío. El espíritu primitivo de la violencia sigue desatado en las calles, y es claramente reprochable por no ser el camino adecuado para lograr acuerdos en un sistema democrático.
Además, ha sido una mala decisión de algunos sectores el apoyar el inaceptable vandalismo del lumpen. Las autoridades y políticos tienen que diferenciar, con una línea clara, los desmanes del legítimo malestar social. Son dos hechos distintos que no debieran ir entrelazados.
También es importante que quede claro que el descontento generalizado es consecuencia de un quiebre entre la clase dirigente, que gobierna el país, con la ciudadanía y sus demandas. Ya no hay margen de tolerancia como si hubo en otros gobiernos, como en los primeros periodos de Michelle Bachelet y Sebastián Piñera. Actualmente, la ciudadanía ya no vislumbra un horizonte claro y la desesperanza crece. Sobre todo en las sectores más vulnerables y de clase media.
Es relevante, entonces, que el gobierno de turno y la clase dirigente mejoren la relación con el grueso de la población chilena y para que eso sea posible, tienen que realizar una gestión política efectiva: de masticar las demandas de los ciudadanos para luego convertirlas en políticas públicas que realmente ayuden a mejorar la calidad de vida de los chilenos.
Es necesario, además, que el diagnóstico de las autoridades no se enfoque en la forma de cómo se ha expresado el malestar social, sino también en el trasfondo, en la olla de presión que estalló con el alza del pasaje de hora punta del Metro de Santiago. Es clave para dar el segundo paso hacia el progreso: un pacto de la política con la ciudadanía. De buscar acuerdos para una mejor convivencia.
Las personas, en sus demandas, piden que sanen viejas heridas, algunas de 2006 y 2011, y muy bien saben los estudiantes de aquellos años, quienes ya evidenciaban un cansancio de las personas con el sistema. Otras son más antiguas y algunas del último tiempo. Todo eso, obvio, con el diálogo de por medio.
"Es relevante, entonces, que el gobierno de turno y la clase dirigente mejoren la relación con el grueso de la población chilena".