La impopularidad
Chile ha enfrentado durante los últimos años el peso y dificultad de gobiernos con bajos niveles de apoyo. Se trata de un fenómeno agudizado con la primera presidencia de Sebastián Piñera y que pareció romper el segundo mandato de Michelle Bachelet, pero que concluyó con resultados similares.
Lejos están los apoyos sostenidos a Patricio Aylwin, Ricardo Lagos y el primer gobierno de Bachelet, quienes se acercaron a respaldos cercanos al 80%.
El fenómeno tiene varias explicaciones. El Chile de entonces poco o nada tiene que ver con el de hoy, es decir, los chilenos son otros, más exigentes, informados y desideologizados.
Un segundo factor podría identificarse en el derrumbe de las instituciones y en especial de la clase política. Las estadísticas dicen, por ejemplo, que el 66% de los chilenos no tiene confianza en el Presidente, según la encuesta CEP.
El fenómeno es coherente con lo que ocurre a nivel mundial, en especial en los países en vías de desarrollo o derechamente desarrollados, donde las evaluaciones críticas se repiten.
Un tercer factor son el enorme impacto de las redes sociales y la forma en la que las personas se visualizan e interactúan allí. En tales espacios, no navegan las ansias de discusión y el respeto, sino la idea de dejar bien en claro mis juicios, fortalecerlos y ganar popularidad con ello.
Parece que se trata de un círculo vicioso, pues los comentarios más exitosos están determinados por una crítica destructiva y contaminada por los sesgos de la mayoría. Peor aún, variadas investigaciones sostienen de que las personas apenas dan importancia a la verdad y solo creen aquello que reafirma sus convicciones y prejuicios.
Por último, no puede obviarse el fin de los grandes relatos o el término de las grandes ideologías. Si hasta los 90 tuvimos dos modelos en competencia, dispuestos en un debate bueno/ malo; blanco/negro, hoy tenemos propuestas con más similitudes que diferencias, con muchas más cosas en común.
Parece claro que la impopularidad o los bajos respaldos serán la constante entre los gobiernos liberales de derecha y la socialdemocracia, en la medida que no son capaces de delimitar las aspiraciones de la mayoría y ser claros en sus ofertas.
Es más difícil gobernar sin caer en la tentación populista; un enorme desafío para la democracia.
"Parece claro que la impopularidad o los bajos respaldos serán la constante entre los gobiernos".