No nos dejan de sorprender episodios ocurridos antes, durante y después de la gesta chilena del 21 de mayo de 1879 en la rada de Iquique. En efecto, pasado casi 139 años en que Prat y sus marinos sacrificaron sus vidas en el cumplimiento de su deber; a través de consultas e investigaciones en diarios de la época y posterior a ella, existe una que me llama la atención e interés por el profundo relato que hace al diario El Tarapacá de Iquique el 21 de mayo de 1936 el insigne marino Arturo Wilson, que a la fecha aún con vida y con la más alta graduación y siendo el tercer hombre al mando de la corbeta Esmeralda después de Luis Uribe, que a la sazón en el momento de la entrevista ostentaba el grado de vicealmirante de nuestra marina y ya retirado en su merecido descanso.
En ellos señala que la gesta de Prat no fue producto de una acción destemplada y temeraria producto de la desesperación del momento, sino que estaba con antelación proyectada en su mente si la ocasión así lo ameritaba.
Wilson relata sobre una broma profética que ocurre el día 17 en una conversación sostenida en Iquique entre Prat y el almirante Williams Rebolledo, quien al despedirse del oficial en tono jovial le señala: "Bueno comandante y si lo sorprende el Huáscar ¿qué va a hacer usted?". A lo que respondió el marino: "¡almirante, lo abordo!". Más adelante Wilson agrega: "Este incidente se lo oí referir al propio almirante Williams en el discurso que pronunció al inaugurarse el monumento a la marina en Valparaíso".
En efecto, aspectos relacionados como el avistamiento de las naves enemigas como: "Humo al norte", la arenga, el primer espolonazo, el abordaje, el segundo y tercer espolonazo, etcétera.
Continuando con su relato y en el epilogo del combate y después que ya la nave chilena estaba hundida y de permanecer tomado a un coye y una vez ya a flote y pensando en tomar la decisión de nadar hacia la orilla, no le quedaba otra alternativa que la suerte les pudieron salvar. Luego agrega: "Así permanecimos, por media hora cuando vimos largarse del costado del Huáscar una embarcación seguramente para recoger a los náufragos. Efectivamente así sucedió, venía a cargo de un joven oficial, armado de espada y revólver y con un suboficial hacha en mano, listo para cortar las manos si en su desesperación los que estaban por ahogarse, aferrados a la borda del bote, pudieron hacerlo zozobrar. Parece que no llegó el caso de hacerlo pues la fatiga del largo combate, la zambullida y la permanencia en el agua nos tenían aniquilados. Solo quedábamos vivos los que no habíamos sufrido herida alguna y podíamos mantenerlos a flote".
Luis Salas Pastén,
ex profesor de historia e investigador