Viendo televisión escuché hace un tiempo al notable poeta chileno Erick Pohlhammer hacer referencia a sus romances de juventud. Las remembranzas de Pohlhammer hicieron que vinieran hasta mi memoria mis propias escaramuzas en el amor. Recordé los años setenta cuando en nuestra ciudad de Iquique se celebraban los carnavales en el parque Balmaceda ("El camino"). Ahí nos juntábamos con nuestras pololas y luego nos trasladábamos caminando a un lugar llamado "Donsata", que estaba ubicado a un costado de la Plaza Prat. El reloj de la Torre nos indicaba la hora de retirarnos: nos veníamos caminando en grupo por la calle Tarapacá, sin ningún temor (eran otros tiempos, menos violentos, más amigables) y los más osados transitaban por la calle Thompson, donde se ubicaba los lugares de la bohemia iquiqueña. También se celebraban grandes fiestas en locales como La Protectora, Unión Marítima, Sociedad de Panificadores, las que eran amenizadas por grandes conjuntos musicales de aquella época: Los Angelos, Los New Demons (con su cantante Lalo Espejo), Aspirina Fresca, etc. Para los más adultos estaba el ragú, al que en esa época, solamente podían llegar los que tenían auto. En el casco antiguo, en la calle Arturo Fernández estaba la Quinta Tropical, atendido por sus propios dueños y amenizado por la Orquesta del Ñatito Cortez (QEPD), quién amenizaba las noches de carnaval.
Finalmente en el sector de 18 de Septiembre con Serrano, en la casa de la familia Ormeño celebrábamos el término de nuestras vacaciones con una fiesta que comenzaba a las ocho de la tarde. La reunión era en compañía de nuestras pololas y nos servíamos bebidas como el famoso Clery. Los más adultos bebían piscolas. Eran, como he dicho, otros tiempos y cerca de la medianoche, o antes, los padres o hermanos mayores de nuestras pololas venían a buscarlas. Sólo nos quedaba esperar que el verano siguiente nos trajera nuevas tardes y noches alegres.
René Araya Coca.