El instinto materno que traspasa las especies
El caso de un niño encontrado mientras se amamantaba de la mascota de un taller mecánico, reveló una historia de luces y sombras.
El lado oscuro fue la condición de abandono y desamparo en que se encontraba el menor, con una madre bebedora que privilegiaba la botella a sus necesidades.
El lado brillante, el ejemplar comportamiento de Reina, la perra mestiza que acogió al menor, amamantándolo como a un cachorro más de su camada.
Por sorprendente que parezca, este comportamiento es poco habitual, pero no inédito. La leyenda y la literatura muestran varios ejemplos de ello. Uno de los más conocidos es el de Rómulo y Remo, míticos fundadores de Roma, quienes, según la tradición, eran hijos de una joven princesa y el dios Marte.
Los gemelos fueron condenados a muerte por el rey Amulio, quien temía que los niños al crecer lo derrocaran, pero el verdugo, se apiadó de los pequeños y en lugar de ejecutarlos los abandonó en un canasto en el río Tíber.
El cesto flotó con los pequeños hasta encallar en la orilla, donde fueron adoptados por una loba, que los amamantó como parte de su camada. Poco después los encontró un pastor, que los crío hasta que fueron adultos.
Aunque la historia es considerada por los historiadores como una fantasía, acierta en ligar la pronta intervención del cuidador de ovejas como causa de que los muchachos se desarrollaran socialmente, hasta fundar una ciudad que llegaría a ser el centro de un imperio.
Otro caso literario famoso es el de Tarzán, muy conocido por las viejas películas de Johnny Weissmüller y menos por la novela de Edgar Rice Burroughs. Esta última narra la historia de una pareja aristócrata que es abandonada con su bebé en la costa africana por la tripulación amotinada de un barco. Los padres perecen pronto a causa de la enfermedad y los ataques de las fieras, pero el pequeño es adoptado por una simio, que lo cría como su hijo.
En el libro, Tarzán es encontrado ya adulto por una expedición, que lo lleva de vuelta a Europa y trata de civilizarlo, pero con resultados parciales, ya que aunque el joven aprende a hablar inglés y a vestir como un aristócrata, no logra encontrarle sentido a la sociedad humana y acaba por regresar a África para retomar su vida en la selva.
Rudyard Kipling también abordó el tema en su "Libro de la Selva", donde una pareja muere tras ser atacada por un tigre, tras lo cual su pequeño hijo es adoptado por una manada de lobos. En un tono más fantasioso que la novela de Burroughs, el libro relata la historia del niño, llamado Mowgli, quien fue adoptado por los lobos y cómo crece en medio de un grupo de animales con características bastante humanas.
Cine
El cine también se ha hecho eco del tema. En los años 70 un filme hollywoodense relataba la historia de Cal Farel, un hipotético niño criado por lobos en los bosques del norte de California, razón por la que fue bautizado así (Cal por California, Farel por feral, o ligado a las fieras).
Pero más conocida y renombrada es "El Pequeño Salvaje", del director francés Francois Truffaut, de 1970, que causó impacto al relatar la historia documentada de un auténtico niño feral.
Y es en este punto donde la realidad alcanza a la ficción.
La inspiración de la película de Truffaut, fue la historia de Víctor de Aveyron, un preadolescente que en 1799 fue encontrado por cazadores, vagando por los bosques de esa región de Francia.
El niño estaba desnudo, no hablaba, caminaba encorvado y cuando corría lo hacía en cuatro patas.
Examinado por médicos y científicos de la época, estos llegaron a la conclusión de que se había criado con fieras, posiblemente lobos.
Fue llevado a París, donde tras años de pruebas con distintos métodos, se logró que se habituara al contacto humano, a usar ropa y dejara de intentar escapar. Sin embargo, nunca aprendió a hablar más que palabras sueltas, ni mostró gran interés en socializar con las personas.
Víctor falleció en 1828 y su caso fue el primero estudiado metódicamente, pero no el primer documentado.
Este título corresponde al llamado Niño Lobo de Hesse, el que siendo casi un bebé se perdió en un bosque de Alemania y apareció cuatro años después, desplazándose en cuatro patas, aullando y gruñendo como un lobo.
Capturado por cazadores, se mostró retraído y hosco con las personas y falleció poco después, según se supuso, al no tolerar los alimentos cocidos.
En 1604 se reportó en Lituania, norte de Europa, el hallazgo de un niño que vivía con una familia de osos.
Llevado a Polonia, en la capital, Varsovia, logró adaptarse a medias a la sociedad humana e incluso a hablar algunas palabras, pero siempre prefirió alimentarse con hierbas, fruta y miel.
En 1717, en Kranenburg, Alemania, apareció en un bosque una niña que había sido secuestrada 17 años antes, cuando tenía uno y medio.
Pero hay casos más recientes, como el ocurrido en 1991, cuando en Ucrania se descubrió a Oxama Malaya, hija de una pareja de alcohólicos, que no se preocupaban de ella y la mantenían en el patio, junto a los perros.
La niña apenas hablaba, comía en cuatro patas y gruñía y trataba de morder a los desconocidos. Además había desarrollado un fino sentido del oído y el olfato.
Tratada por médicos y psicólogos, logró mejorar lo bastante como para volver a confiar en los humanos, hablar frases simples y trabajar, hasta hoy, como pastora de vacas y ovejas en el mismo centro siquiátrico campestre donde fue rehabilitada.
Y también hay casos más cercanos, como el de Vicente Cau Cau, quien a los cuatro años de edad se perdió en la zona cordillerana, al interior de Puerto Varas. No volvió a ser visto sino seis años después, en 1948, cuando fue capturado por carabineros que estaban tras la pista de un misterioso ladrón de gallinas, que tenía atemorizados a los vecinos de Río Pescado.
Según lo que se pudo reconstruir de su historia, basándose en lo que el mismo Vicente relató, fue aceptado por una puma como parte de su camada y sus hermanastros felinos aprendió a sobrevivir en el bosque.
Trasladado a Santiago, su vida transcurrió entre hospitales siquiátricos, un convento de monjas donde lo acogieron y luego la localidad de Villa Alemana.
Vicente Cau Cau se caracterizaba por una gran agilidad, especialmente para trepar árboles, una excelente visión nocturna y un olfato impresionante. Crónicas de la época dicen que era capaz de oler una carnicería a 100 metros de distancia, con viento favorable.
Con el tiempo mejoró su lenguaje, llegando a comunicarse aceptablemente y moderó su carácter, inicialmente muy agresivo.
Sin embargo, hasta el fin de los días se comportó como un niño.
Vicente Cau Cau falleció en 2010 y está sepultado en Puchuncaví. J