Cupido cambió la vida de cuatro parejas iquiqueñas
Nunca se sabe cuando el amor llamará a la puerta y en el caso de cuatro iquiqueños la llamada cambió para siempre sus vidas.
La señal fue evidente: sus piernas casi se desvanecieron cuando lo vio cruzar por la puerta del aeropuerto en Punta Arenas. Para Catherine Dubé, ver a Carlos Díaz, su actual esposo, resultó ser la aventura más desafiante de su vida.
Él, un fotógrafo iquiqueño que ha recorrido los cinco continentes de la mano de una cámara y ella, una geógrafa y naturista canadiense que escogió a Chile para trabajar con ballenas en noviembre del 2011.
Ambos juntarían sus caminos en un barco con rumbo a un territorio casi impenetrable: la cordillera Darwin en la Tierra del Fuego; el lugar más austral de todos aquellos que forman la gran cordillera de Los Andes.
"Yo estaba apoyada en una pared, esperando que llegara y cuando me di vuelta, mis piernas me fallaron. Me enamoré de la nada de Carlos", contó Catherine.
La casualidad los unió por el trabajo de ambos. Carlos sería el guía de unos turistas que iban a explorar la cordillera y Catherine haría algunos estudios sobre ballenas.
"Estábamos esperando para entrar al barco y yo aún no lo conocía, sólo esperaba que quedáramos en el mismo equipo y uno de sus compañeros me dice 'él tiene novia', así que no sé qué cara tendría yo al verlo", expresó entre risas Catherine.
"Pasé toda la noche mirándolo y me sentía tan tonta. Al final de ese mismo día tuve la oportunidad de acercarme a él porque el objetivo de mi cámara estaba dañado y él sabía cómo ayudarme. Al fin había llegado la oportunidad que esperaba", dijo la geógrafa.
El viaje, que duraría dos meses en las inhóspitas aguas de la Patagonia, suponía para Catherine el tiempo y las circunstancias necesarias para conquistar a Carlos, sin embargo, nada más alejado de la realidad.
"Ella era la única mujer en el barco y había comenzado a sentir cosas por ella, pero yo tenía pareja y eso cerraba cualquier posibilidad", explicó el iquiqueño.
"Carlos era el más simpático de todos, me colaboraba lavando la loza, pero no pasaba nada más. Así que le preparé una fiesta sorpresa para su cumpleaños, con globos y pastel incluido para ver si cambiaba conmigo", recordó Catherine.
Para Carlos este gesto significó verla con otros ojos. "Por mi trabajo siempre fui muy despegado de las celebraciones, pero que ella se tomara el trabajo de prepararme algo así, me sorprendió mucho", indicó el fotógrafo.
Nervios, palpitaciones, mariposas en el estómago. Todo esto pasaba por el cuerpo de Catherine cuando le confesó a Carlos su más profundo deseo.
"Mi sueño es tener una familia" y con esta frase Catherine dejó claro a qué iba con Carlos. "Yo quedé aún más sorprendido porque siempre fui muy egoísta y no pensaba en formar una familia o establecer compromiso", confesó.
SEPARADOS
A la mitad de la Patagonia terminó el viaje y la separación llegaría. Ambos seguirían con sus trabajos y nunca más sus caminos se cruzarían. "Yo pensé que eso era lo mejor, separarnos. Le diría chao y nunca más", expresó Carlos.
Pero Catherine esperó hasta el último minuto para acercarse y así dejar claro que no era indiferente. "Ya casi se iba cuando me acerqué, me guindé de sus brazos y me despedí con un beso en la mejilla", dijo Catherine.
Lo que vendría sería un cambio de vida. Al llegar a tierra, en Punta Arenas, Carlos partiría a Portugal y Catherine se iría en dos semanas a Canadá.
"Tomé un autobús hacia Punta Arenas por si acaso la veía a ella. El amor me hizo regresar. Yo sentía que tenía que buscarla y olvidé mi viaje a casa", contó Carlos.
Un correo electrónico fue el aviso para que Catherine, en 20 minutos, llegara a la plaza de Armas de la tierra austral. "Fue lo más parecido a una escena romántica de películas, de verdad. Yo llegué en un taxi y Carlos ya estaba allí, así que corrí a abrazarlo y había muchas palomas que se asustaron cuando llegué hasta él y nos abrazamos. Ahí, nos declaramos nuestro amor", describió Catherine.
Sólo cuatro horas sirvieron para consolidar esta unión. Ambos se separarían nuevamente pero con la seguridad de volver a unirse gracias a este inesperado amor que nació en una de las zonas más frías del planeta.
Llegó diciembre y una llamada de Catherine para fin de año logró que, a los pocos días, ambos establecieran un punto medio para volver a verse, porque Carlos estaba en Portugal y ella en Canadá.
"Al final nos encontramos en Perú. Yo pensé que ésta sería mi última oportunidad así que perdí el miedo y le pregunté: ¿quieres casarte conmigo?", admitió Catherine.
No había más que decir, se casaron en Iquique, la nueva familia chileno canadiense recibía la bendición del suelo chileno, ahora en el otro extremo de donde nació su amor. "Nuestro matrimonio fue acá en mi ciudad, con su familia y la mía", precisó Carlos.
"Nunca más nos hemos separado. Ahora nació Noa, nuestro pequeño que pronto cumplirá su primer año, es canadiense, con sangre chilena", explicó Catherine
"Nuestra vida cambió, embarcarnos en este viaje. Era difícil porque no estaba acostumbrado a pasar más de una semana en un mismo lugar, a dormir en una cama. Hasta hoy estamos como gitanos entre Chile y Canadá, pero esto no lo cambio por ningún viaje en el mundo", finalizó Carlos.
LA PRUEBA DE AMOR
Sin lugar a dudas que "amor a toda prueba" es la frase que define la historia de amor de Patricio Rivera y Joselyn Salas, quien enfrentó su vocación con el amor.
No fue fácil para ella tomar la decisión de dejar la escuela de la Fuerza Aérea, en Santiago, para volver a los brazos de Rivera.
Todo comenzó en 2013, cuando Patricio le envió una solicitud de amistad a través de Facebook, con el objetivo de conocerla. A pesar que Joselyn aceptó y conversaron por la red social, no salieron hasta el año siguiente.
"Ella postuló a la Fuerza Aérea antes de estar conmigo y llevábamos tres meses de pololeo cuando la aceptaron y se fue", relató el joven de 20 años quien además recordó que viajaba una vez al mes hasta la capital para compartir un fin de semana con su amada.
"Alcanzó a estar seis meses y se vino porque quería estar contigo, lo que me pareció un gesto muy bonito; fue una verdadera prueba de amor", agregó.
Joselyn, de 19 años, explicó las causas de por qué su corazón le hizo abandonar un camino que había escogido para su vida.
"Él insistió mucho para que volviera por él cada vez que venía. Después me convencí de estar con él y volver a mi casa. Y estando allá, me mandaba cartas, gigantografías y otros regalos, pues era poquito lo que estábamos juntos durante esos meses", declaró Salas.
A pesar que su vida dio un giro que no imaginaba, finalmente Joselyn volvió y ya llevan un año y medio de relación.
En cuanto a su futuro, la joven estudiará Administración en Recursos Humanos en la Universidad Arturo Prat este año.
"La confianza que tenemos y el apoyo mutuo son aspectos que nos caracterizan, de hecho, planificamos todo juntos y me gustaría estar con ella toda la vida si es posible", concluyó el iquiqueño.
Del odio al amor
Uno de los dichos habituales en el mundo del corazón es que "del odio al amor hay un solo paso". Así le ocurrió a Jacqueline Segura y Reynaldo Palape, quienes nunca imaginaron que cupido entraría en sus vidas para flechar sus corazones. Siendo compañeros en la educación media, ambos tenían sus diferencias.
"Me caía mal, porque lo encontraba pesado y muy serio. Además, no me pescaba. Pero no me sorprende tanto, porque siempre hubo química entre nosotros, se sentía una gran atracción", comentó Segura, quien además dio a conocer que tras salir del colegio volvieron a encontrarse y esta vez el cupido fue la gesta heroíca de Prat.
"Me invitó a andar en goleta y después de eso no lo volví a ver hasta el 21 de Mayo del próximo año. Me llamó y nuevamente me invitó. Estuvimos así por 3 años, aunque de vez en cuando salíamos en grupo y bailábamos la misma canción. Mi marido era muy tímido y no se atrevió a pedirme pololeo hasta que se enteró que un compañero de curso lo iba a hacer", confidenció Jacqueline.
A pesar de ello, la timidez de Palape no fue impedimento para continuar con la relación y fue así que contrajeron matrimonio hace 25 años.
"Después de todos estos años de matrimonio sigo aún muy enamorada de él y de su linda sonrisa"
De esta forma, a los enamorados no les costó nada reconocer que del odio al amor hay un paso.
AMOR ETERNO
Nelson Díaz (71) y Elizabeth López (67), son la prueba viviente de que el amor existe y que puede ser para siempre.
Un cinco de enero del año 1965 unieron sus vidas. Tuvieron tres hijos, uno de ellos falleció a los ocho meses de vida pues nació prematuro. Cuentan que tienen 6 nietos directos y dos adoptados de una sobrina que criaron y cuidaron desde pequeña, por lo tanto con cariño asumen que son 8.
Nelson era un hombre comerciante, amante de la caza submarina. En su juventud tuvo una tienda de vestuario cerca del Mercado Centenario, también fue locutor en la feria libre que se ubicaba entre las calles Almirante Latorre con Arturo Fernández y ahí fue donde conoció a Elizabeth.
Para ella, que toda su vida se ha dedicado a las labores del hogar, la llegada de Nelson a su vida no fue sencilla. Cuenta que en esa feria fue cuando conoció a su marido. "Nelson estaba ahí, cuando lo vi me enamoré de inmediato pero estaba pololeando con otra niña y después de dos años nos pusimos a pololear".
Cuando él tenía 21 años decidió vivir esta aventura del matrimonio. "Yo tenía 17 años cuando nos casamos y no sé cómo pude asumir el rol de madre y esposa a esa edad, no sé si bien o mal, pero lo asumí", comenta López.
Como toda historia de amor, cuentan que han tenido momentos buenos y malos. "No hemos tenido problemas graves, ambos nos hemos portado bien", dice Nelson.
Con una cena para dos el matrimonio Díaz López celebraba cada 5 de febrero su aniversario. Esta vez, en el 2015, la sorpresa fue para todos. Ellos relatan que los hijos les dijeron que tendrían que ir a la iglesia San Francisco a renovar sus votos matrimoniales.
Pero algo extraño fueron notando, "se perdieron fotos, nos dijeron que teníamos que ir arreglados a la iglesia, pero les dije a mis hijos que yo no tenía mi argolla", explicó Díaz. Sus hijos se preocuparon de ese pequeño gran detalle y "el jueves nos entregaron los anillos y este sábado los va a bendecir el mismo padre que renovó nuestros votos", dijo.
Díaz confiesa entre risas que tomó conciencia de estos 50 años de matrimonio, "cuando el sacerdote nos pidió acercarnos al altar, ahí me di cuenta que habían amigos y familia que habían venido desde Santiago, Calama y Antofagasta. Recién ahí entendí que cumplíamos 50 años juntos, también me di cuenta que todo sería en grande", cuenta.
Luego de celebrar la fiesta junto a la familia y como secreto de vida matrimonial, Elizabeth confiesa que "la comunicación es primordial y que el amor también es muy importante". Para Nelson, "la compatibilidad entre las personas hace que se cumplan muchos años de pareja". Así declaran que volverían a repetir todo lo que han vivido, sin cambios. J