'Don José' el abuelo que le ganó al alcohol
Hace 40 años José Díaz Silva llegó a Iquique desde el sur del país atraído por la historia de la ciudad. Pero nunca se imaginó que acá su vida sería muy distinta, a tal extremo de dormir en la calle y caer en el alcohol.
Estuvo dos años viviendo en el pueblo de La Tirana, donde se dedicaba a cuidar parcelas y también a la construcción, pero sus amistades lo llevaron a caer en un mundo distinto. No podía estar sin beber alcohol hasta quedar 'perdido' y dormir en la calle.
Así estuvo esos dos años hasta que un día una religiosa, la madre Hilda, le ofreció ayuda para que se rehabilitara. Para ello debía vivir en el hogar de ancianos San Vicente Paul.
No lo dudó en ningún momento y aceptó. Desde esa vez, afirma, que cambió radicalmente su vida. Ahora lleva dos meses sin beber alcohol y su tiempo lo dedica a trabajar con sus manos al confeccionar trabajos en papel y cartón.
Ya ha construido una maqueta del santuario de La Tirana, una salitrera, casas antiguas, alcancías y últimamente figuras relacionadas con el 18 de Septiembre.
'Es un don que lo descubrí acá y así pasó mi tiempo. Acá me rehabilité y acá me ayudaron a descubrir las habilidades en mis manos, las que ocupo todos los días con mucha satisfacción y alegría ', asegura.
Ahora José Díaz no quiere moverse del hogar de ancianos, porque allí encontró su casa y a su familia.
Es que hace 30 años que no sabe nada de sus once hermanos ni del resto de sus familiares. 'Estoy solo y eso a veces me provoca ser un poco más duro, no tener sentimientos, pero acá me ha cambiado la vida, me encontré con el Señor y con gente muy linda del hogar. No me quiero ir'.
José Díaz recuerda que llegó a Iquique atraído por la historia. 'Se hablaba del Combate Naval de Iquique y de las salitreras. Un día me subí a un tren y comencé a viajar al norte. Llegué a Tocopilla y luego en un bus hasta Iquique. Acá comencé a trabajar en construcción, en el edificio Atalaya y en otros inmuebles. Luego por ayudar a un amigo en levantar su casa me fui a La Tirana, donde me convertí en adicto al alcohol', dijo.
Asegura que los 'amigos' lo llevaron a beber alcohol. 'Como no ha había nada que hacer allá los viejitos sólo se dedicaban a tomar y tomar y nada más hasta perderlo todo y quedar botado en la calle. Dormía en cualquier lugar'.
José Díaz se considera un patiperro porque viajó por varias ciudades solamente con un bolso. Me gustaba caminar, ver la vida de otra forma y así conocí gente muy linda e hice lo que quise'.
Nunca se casó y tampoco tuvo hijos. Esto porque siempre estaba en una ciudad y otra, pero no se arrepiente de nada.
Ahora sus días los pasa en el hogar de ancianos San Vicente de Paul. En un rincón del patio levantó su propio taller de manualidades, donde pasa todo el día trabajando.
Su mirada se concentra en los movimientos de sus dedos al dar una y otra vuelta el papel para confeccionar individuales con la bandera chilena.
Ya tiene varios trabajos preparados hasta con papel de diario y su gran sueño es algún día exponerlos para todo público.
'Por mientras estoy vendiendo mis productos en el hogar y con el dinero vuelvo a comprar papel, pero quiero que todos conozcan mis trabajos. Acá me están ayudando a cumplir ese sueño, uno de los pocos que me faltan por cumplir', manifestó.
Pero José Díaz tiene otro gran deseo, es comer un caldillo. 'Hace mucho tiempo que no comemos eso y es mi plato preferido. Acá se prepara la comida con lo poco que nos donan. Espero comerme un rico caldillo'.
Así José Díaz pasa su vida, en medio de las murallas del hogar de ancianos San Vicente de Paul y de sus papeles con los que trabaja todos los días para dejar atrás sus episodios tristes de los cuales nunca se imaginó que podría salir y que lo logró gracias al trabajo y cariño que le brindan diariamente en el hogar. J