El club acaba de confirmar a Falcioni y el entrenador dijo, con un brote de acento porteño: 'Estoy tranquilo'. Pero Universidad Católica ha estresado a dos personas llamadas Luis Larraín. Uno, Luis Larraín Abarca, es el dirigente del fútbol y presidente de Cruzados, el otro, Luis Larraín Stieb, es el dirigente de las minorías sexuales y presidente de la Fundación Iguales. Son dos mundos ajenos unidos por un mal momento futbolístico, porque ambos, padre e hijo, son atacados por los hinchas. A Luis Larraín Abarca le sacan la madre en el estadio. Y a Luis Larraín Stieb se la sacan por Twitter.
-Me insultan y he sufrido amenazas en las redes sociales- dice Luis Larraín, el hijo.
Este Luis Larraín es homosexual y odia el fútbol. Piensa que el fútbol es una estupidez que induce a la barbarie. Y confiesa que, a raíz del pésimo momento de este club, él vive agobiado sin tener nada que ver. Simplemente lo confunden con su padre. 'Recibo comentarios diariamente en Twitter de temas que no tengo idea y de que gente que no sé quién es. Es media esquizofrénica la situación. Y muy desagradable', reclama. Él, cuando amerita, responde amablemente: Está equivocado, señor hincha. No soy la persona que usted cree.
-No. Me culpan igual por ser el pariente. Piensan que, por una cosa de asociación, también soy responsable.
-O sea, para nada. Me da exactamente igual.
En las comidas familiares de los Larraín no se habla del tema deportivo. Luis Larraín padre lo esquiva para tener una digestión pacífica; su hijo no habla de fútbol porque no lo entiende. No le interesa. En verdad le causa repulsión. Y lanza una frase: 'Me llevaban al estadio cuando chico y sólo me interesaba el maní confitado'.
-Sé que hay tipos que juegan lejos y son los atacantes. Y al otro lado están los…traseros, ¿no?.
-Disculpe, no le entiendo…
-Los traseros. Los que juegan atrás.
Luis Larraín Stieb no maneja los datos elementales. Dice que nunca supo quiénes eran buenos o malos. Y opina de manera drástica: 'El fútbol divide más que une. Hay puros insultos y malos ratos. La gente pierde la cordura por esta estupidez. Hace que aflore lo peor del ser humano'. Por eso considera desubicado ser el blanco de los garabatos. No soy dirigente de futbolistas, reclama.
-O sea, todo esto rebota en el ánimo familiar y por esa razón sí me gustaría que al equipo le fuera mejor.
Pide que lo dejen en paz. Es inocente, no tiene injerencia en el sistema táctico y está recibiendo amenazas. Son, en fin, las secuelas que genera un equipo desorientado. Universidad Católica pierde los partidos y todos -el entrenador, los dirigentes y hasta el presidente de la Fundación Iguales- reciben su respectiva ración de garabatos. 'Ojalá entiendan que yo no tengo nada que ver. Mi único deporte es ir al gimnasio', concluye, ofuscado, Luis Larraín. El pobre hijo. J